Capcom logra otro gran producto de calidad con una magnífica secuela en este análisis de Resident Evil Village.
¡Capcom celebra los veinticinco años de Resident Evil! Una de sus franquicias más prolíferas ha alcanzado el cuarto de siglo tras otorgarnos miles de horas de entrenimiento. El terror occidental, las tramas pulp y los muertos vivientes han definido a esta saga durante todo este tiempo. No es nada a lo que hayan querido faltar a su último juego, como vamos a ver en nuestro análisis de Resident Evil Village.
La saga ha crecido con el tiempo y ha pasado por varias fases. Desde los juegos originales con planos de cámara fijos hasta los títulos de pura acción tras el hombro. La séptima entrega numérica marcó otra dirección en la que seguir en adelante. Resident Evil Village recupera ese testigo y lo mueve a su segunda interpretación, con mucha más acción, horror de distintos tipos y un nuevo punto álgido al que aspirar en el futuro.
Familia
Ethan Winters ha tenido tres años para recuperarse del desastre de Louisiana. Su enfrentamiento contra la familia Baker le ha obligado a adaptarse a una nueva vida en el este de Europa, siempre bajo la vigilancia de las autoridades que combaten el bioterrorismo. Sin contacto con sus amigos y familiares, bajo un estricto entrenamiento regular y lejos de la civilización.
Su vida podría cambiar ahora que tiene una hija con su esposa, pero no hay descanso para Ethan. Unos inesperados eventos le llevan a una aldea cercana. Allí gobierna el caos, la falta de lógica y los monstruos europeos que hacen famosa a Europa del Este. Hombres lobo, vampiros, gárgolas… Todos ellos quieren a su bebé por causas desconocidas. Debe obrar como un buen padre y luchar por su familia.
Hay ciertos paralelismos interesantes con la anterior entrega numérica. En aquella entrega el protagonista rechazaba el concepto familiar y mostraba su lado más oscuro a través de la toxicidad de los Baker. En esta ocasión debe hacer frente a esos conceptos combatiendo en nombre de sus seres queridos, una ocasión para sacar el lado más positivo de la unidad familiar.
A él se le oponen los cabecillas del pueblo, cuatro dirigentes que han aceptado el título de hijos de su matriarca, Madre Miranda. El fanatismo religioso ha calado en los aldeanos, que aceptan su sino a manos de los licántropos que les devoran. Los dirigentes, por otro lado, se comportan como una familia rota. No se soportan entre ellos, son maltratados por sus hermanos y atienden más a sus propios problemas.
Identidad
Analizar a cada uno de los miembros de la familia de Madre Miranda va a ser un aspecto muy interesante en los próximos años. Todos los cabecillas rezuman carisma y personalidad hasta decir basta. Lady Dimitrescu ha sido una clara favorita desde el momento en el que se dio a conocer Resident Evil Village, pero los demás quedan a su altura sin esfuerzo.
No es una cuestión sólo del guion y las magníficas actuaciones de sus dobladores. Cada miembro de la familia tiene una sección completa del juego dedicada a ellos, y se distinguen muy fácilmente por diferentes estructuras jugables. Cada minuto en el castillo Dimitrescu es totalmente diferente a los retos que aguardan en la fábrica de Heisenberg. El título se mantiene dinámico de principio a fin, y las diferentes emociones que nos despiertan estas fases las atribuimos a los líderes de las casas.
Esta conexión magnética también se da con nuestro protagonista. Ethan Winters era uno de los personajes menos interesantes de todo lo que Resident Evil tenía para ofrecernos, pero en Village ha crecido hasta ser su propio ser. Es muy fácil ahora cogerle cariño y sentirnos más identificados con él que nunca. Sus escenas son acertadísimas, y muy fáciles de grabar en nuestra memoria.
A cambio no todos salen bien parados. Chris Redfield, personaje desde los orígenes de la saga, aparece como alguien poco reconocible en esta entrega. Su papel es mínimo, e incluso así no es fácil comprender muchas de sus motivaciones. Tampoco termina de conectar con el público Madre Miranda, quien queda muy por detrás de su familia adoptiva en términos de carisma y hubiese necesitado un mayor tiempo en pantalla.
Belleza
No es sorpresa de nadie que digamos que el juego se ve sencillamente impresionante en la nueva generación de consolas. La versión de PlayStation 5 es una maravilla que podemos observar durante horas por los diferentes escenarios que componen la aldea. El rendimiento es impecable y, quitando un momento concreto, mantiene su framerate regulares incluso con una buena cantidad de enemigos en pantalla.
Eso sí, no es perfecto: de vez en cuando su presentación se ve mermada más de lo que debería. Elementos pequeños del escenario aparecen de golpe al acercarnos para intentar ahorrar recursos: quizás por la primera persona se hagan más notables, pero es difícil pasarlo por alto.
También el juego toma la decisión de cortar ciertas escenas a una pantalla en negro para transportar a Ethan a otro punto del escenario sin transición alguna. Y la peor parte se la lleva el trayecto final, donde el título cambia entre escenas en primera a tercera persona sin motivo aparente cuando en el resto de la campaña nunca sucede nada semejante. Hay ciertas inconsistencias a las que es difícil desatender.
Todo queda perdonado a la larga, especialmente si prestamos nuestra atención al increíble trabajo en el diseño. No es sólo que las localizaciones brillen gráficamente, sino que cada uno de los enemigos está cuidadosamente bien tratado. Todos contestan a alguna clase de miedo en la mitología europea del este.
Lo hacen magníficamente. Hay una gran variedad de bestias contra las que combatir. Todas ellas tienen sus diferentes inspiraciones y modelados muy bien cuidados para ser observados de cerca. Destacan también los jefes finales en este apartado, con algunos de ellos siendo algunos de los monstruos más detallistas de una franquicia que se levanta sobre la concepción de body horror.
Ciencia y producción
En total, entre todas las maravillas que nos puede ofrecer la historia de Ethan Winters tenemos una campaña de unas 10-12 horas de duración. Esto es, por supuesto, sólo la primera vez. La estructura del pueblo como un mundo semi abierto nos permite dedicar más o menos tiempo a explorar nuestros alrededores, descubrir tesoros y enfrentarnos a minijefes secretos.
La rejugabilidad está de inmediato sobre la mesa entre estos secretos ocultos, la nueva partida + y los varios modos de dificultad. Tres de ellos son básicamente la misma aventura con mayor resistencia o enemigos más duros. El cuarto y más complicado es otra historia.
Aldea de Sombras nos ofrece una campaña mucho más cruel y complicada con bestias más duras recolocadas, objetos cambiados de sitio y alguna sorpresa. Necesitaremos esos datos de la nueva partida plus para sobrevivir con éxito.
A esto hay que sumar la presencia de nuestra próxima obsesión, el modo Mercenarios. Este sólo tiene cuatro niveles para ofrecernos (más sus versiones en difícil), pero intentar superar nuestros récords para la próxima ocasión nos va a tener mucho tiempo entretenidos. Es una experiencia arcade que hace un perfecto uso del estupendo gunplay que maneja Ethan, la personalización de las armas y el aprendizaje del mapa.
Si en este análisis de Resident Evil Village hay un aspecto que esperamos que se amplíe en posibles DLC es este modo. La vuelta del modo Mercenarios es magnífica y a la altura de lo que vemos en otros títulos pasados, pero más fases y más opciones de armas sería algo magnífico para disfrutar. La historia de Village está muy cerrada y da poco lugar a ampliaciones, pero si se pudiesen añadir más niveles o revisitar jefes finales en el modo Mercenarios podríamos estar ante la mejor versión de modo en la franquicia.
Conclusión
Es difícil entrar en algunos de los mejores puntos del juego sin atender a spoilers, pero podemos resumir fácilmente este análisis de Resident Evil Village manteniendo que es el punto álgido al que la franquicia aspirará la próxima década. El juego consigue todo lo que la séptima entrega numérica no fue capaz de tocar en su momento.
Esta es una aventura mucho más consistente, más dinámica en su acercamiento y con personajes más carismáticos. Tiene una identidad muy marcada y su uso de la familia no será algo tan íntimo como los Baker, pero ni falta que le hace. El combate está muy mejorado y las ideas a las que ha recurrido para potenciarlo lo hacen fácilmente uno de los mejores Resident Evil.
Seguiremos hablando de Village y cómo marcó la franquicia durante años, no quepa duda.