¿Puede una historia minimalista llamar la atención? Trayéndoos aquí el análisis de Tiny Echo tratamos de dar respuesta a esta pregunta.
Culpables, ya sabéis que hay muchos tipos de juegos: shooters llenos de acción a raudales, estratégicos en los que cada decisión cuenta, RPG en los que pierdes horas y horas con su mundo… hay para dar y regalar, adecuándose a los gustos de cada cuál. Sin embargo, hay títulos que apuestan más por ofrecer una experiencia íntima que por ofrecer una jugabilidad interesante de por sí. Esto, pese a lo que puede parecer, no tiene por qué ser malo, dado que su fin es más transmitir emociones o un mensaje, usando el medio del videojuego como ello. Y supongo que, tras hacer este análisis de Tiny Echo, bien podríamos englobar a este título en esta categoría.
¿Qué hacer?
Y es que, mientras juegas al título, no sabes prácticamente nada. Ni siquiera al terminar, realmente, puesto que la narrativa del mismo brilla por su ausencia. Tu entras en tu partida y te toca toquetear las cosas en la pantalla para ver qué tienes que hacer. Realmente lo que tienes que hacer lo sacas rápido: entregar cartas. Pero el por qué, el qué te lleva a ello y realmente qué estás consiguiendo con este fin no lo entiendes hasta el final, pero deja abiertas bastantes puertas a la interpretación propia.
Esto, más que un defecto, yo lo considero una virtud. Pero claro, debes tener ganas de jugar a algo así. Este estilo de juegos, que bien podríamos comparar con cosas como Journey, bien puede aburrir a muchos, pues es complejo llevar algo así a la vida. Ya he visto en más de una ocasión como un juego intenta expresar algo así, pero falla estrepitosamente, como es el caso de Vane, que analizamos hace algún tiempo. Comentaros todo esto no es baladí, porque creo que es algo que debo dejaros muy claro.
A mí, en lo personal, esta interacción con el entorno que ofrece Tiny Echo me resultó interesante. Como podéis suponer, conforme iba entregando cartas, me iba preguntando el por qué, el fin de ello, y las teorías volaban sobre mi cabeza. Durante las escasas horas que dura el juego, ese interés genuino es lo que me mantuvo recorriendo los escenarios por aquí y allá.
El entorno, ese laberinto personal
Pero, realmente, ¿sólo se anda repartiendo cartas de aquí y allá? Sí y no. Veréis, el fin, como he dicho, es entregar todas las cartas, pero algunas no podrán entregarse de buenas a primeras. Tocará resolver unos pocos «puzles» de determinadas áreas para ello. No penséis en puzles como algo elaborado, digno del profesor Layton. Imaginad algo más… sencillo.
Puede ser llevar X cosa a Y, interactuar de una forma concreta con un elemento del entorno… la gracia de esto, como os digo, es que realmente el juego no nos dice nada. Lo único que se nos indica es cómo se mueve la cámara y poco más. Es por ello por lo que seremos nosotros los que tendremos que experimentar. ¿Qué pasa si toco este elemento del escenario? ¿Y si hago esto mismo que no ha funcionado, pero tras hacer aquello? Nuestra imaginación y capacidad de deducción será realmente la que nos ayude a esto. Pero no voy a negarlo, el saber que puedes interactuar con algunas cosas puede ser complicado de ver en un primer momento. Así que seguramente se pruebe a tocar la pantalla aquí y allá.
Cuando algo está muy cuidado
Pero, si hay un elemento que quiero destacar de todo este viaje en Tiny Echo, sin duda es su vertiente más artística. Para qué negarlo, tengo debilidad por los juegos que apuestan por estilos visuales diferentes y los llenan de vida. Por supuesto, aquí tenemos un caso. Los escenarios dan vida al verlos, culpables. Tenemos pocos, pues como os he comentado unas escasa hora de juego no puede dar para meterse en mil cosas si quieres ofrecer una experiencia centrada. Pero lo cierto es que cada uno de ellos es un cuadro.
En serio, el estilo óleo le da a todo un aire bastante onírico, íntimo y personal, cosa de la que Tiny Echo sabe aprovecharse. Podéis ir viendo de lo que os hablo con las imágenes que os dejo en el análisis, porque no se puede negar que tienen un algo especial. Sumadle a eso el diseño de los personajes, que recuerdan en muchos casos a muñecos de origami, y ya tenéis la mezcla completa.
El sonido cumple también su función aquí, ofreciéndonos unos pocos temas relajados, tranquilos y que, en general, invitan a la calma y el sosiego. El broche perfecto para dejar el título bien cerrado.
Haciendo llegar el mensaje
Para finalizar, quiero volver a comentar que Tiny Echo no es un juego para cualquiera. Si buscas acción, interactuar mucho o una historia mágica que te atrape con su desarrollo, olvídate siquiera de mirar este juego. Aquí, simplemente, encontraréis una historia minimalista, de libre interpretación, en la que se disfruta más el camino y las preguntas que te haces durante el mismo, aunque este sea bastante efímero.