¿Así luchaban los generales de Luo Guanzhong en el romance de los tres reinos? Con el análisis de Total War: Three Kingdoms lo comprobaremos.
Si preguntas a los más entendidos del género de la estrategia te dirán que la cima está copada por Total War. Creative Asembly lleva años y años perfeccionando su fórmula donde gestión topográfica y batallas campales se dan de la mano para versarnos como auténticos estrategas bélicos. Con el análisis de Total War: Three Kingdoms os contamos si la maestría de Creative Asembly sigue brillando como acostumbra o por contra, se empieza a deteriorar.
Historia con tintes de fantasía en la China feudal.
La influencia del romance de los tres reinos es tal que ha servido de inspiración para un montón de material audiovisual. Desde películas como La maldición de la flor dorada a sagas exitosas de videojuegos como Dinasty Warriors se sirvieron de esta obra para crear universos sólidos y muy interesantes. Tal es así que es no es raro que nos suenen nombres como Lu Bu o Cao Cao, y es que la ficción nutrida de la historia es la que mejor se agarra en nuestras neuronas.
Creative Asembly traslada parte del mito a su visión táctica y de gestión, nutriéndolo de material histórico para reforzar la verosimilitud de lo que vemos en pantalla. Por ende, las batallas no las ganan generales ensalzados casi al rango de un Dios, sino que tendremos que hacer acopio de nuestras estrategias aprendidas a lo largo y ancho de la saga Total War para salir airoso en todos los frentes. Aunque parte de ese enfoque divino se recoge en las disputas uno contra uno entre los mismos generales – donde podemos intervenir con el ejército igualmente a espesas de recibir un impacto negativo en la moral de los soldados – en ningún momento notamos esa fuerza hercúlea o la magia haciendo sus deberes como se narra en la novela.
Claro está, Total War siempre se caracterizó por intentar dotarnos de batallas realistas, relegando la fuerza de la fantasía a su sub-saga de Warhammer. En el caso que se nos presenta, volvemos al binomio de gestión y contienda en tiempo real que llevamos profundizando desde Total War: Roma. Gran parte de las comodidades que vimos en Roma II o Shogun II se mantienen, aunque otras se perdieron por el camino, como es el caso de la recuperación de salud de las tropas fuera de los centros de mando.
La estrategia más exigente al alcance de los más dedicados.
No obstante, el desafío intelectual sigue siendo enorme y supone una barrera de entrada muy difícil de superar. El juego demanda sus horas entendiendo conceptos, experimentando e investigando, sin contar que la vieja conocida “prueba y error” va ser nuestra acompañante si no venimos versados en otros títulos de la franquicia. Es innegable que la frustración es el sentimiento que más va aflorar.
Ver tropas morir por cosas que no entendemos, alianzas que se escapan de nuestras manos por factores que desconocemos o incluso cuando a nuestros ojos vemos que la batalla no marcha mal pero de repente las huestes comienzan a desertar mientras la moral de los leales cae en picado, todos estos son males que serán el pan de cada día. Claro está, todo tiene su explicación y el 99% son errores del jugador por no estar atento o no haber estudiado las ventajas e inconvenientes de cada tipo de unidad.
Y es que en el plano de la gestión la cosa es más compleja todavía. Las tropas tienen una sola barra que funciona como la salud pero que a su vez actúa como un indicador de necesidades. Tenerlas cubiertas es imperativo incluso para ganar las batallas que más apunten a nuestro favor. Capturar y mejorar granjas, enfatizar la economía de los centros urbanos, generar alianzas y respetarlas, no descuidar el comercio… Son innumerables las tareas que debemos tener en cuenta y los menús no ayudan para que todo sea claro e intuitivo. Los tutoriales son bastos pero reconozco que son engorrosos de leer para un neófito y aunque las batallas gozan de ciertos automatismos, siguen siendo insuficientes, tal y como demuestra siempre esa unidad que se queda parada sin hacer nada en una esquina del mapa mientras sus compañeros tiñen de rojo los campos.
Pero esto no es más que el inicio de la propuesta. Una vez nos hacemos con su filosofía y las horas depositadas hacen mella, el juego se vuelve una maravilla para los sentidos. Pensar antes de cada contienda tus tácticas y después materializarlas con éxito en el campo de batalla es un placer indescriptible. Lo mismo ocurre para el mapa político, donde una vez sepamos de que pie cojean cada líder de facción podemos tenerlos contentos… O enfadados a nuestro gusto para generar auténticas disputas que ni Juego de Tronos, culpable.
Parte de esto es posible con la mecánica del espionaje, debutante en la franquicia a través de esta entrega. Se trata de agentes que rendirán fidelidad a otros señores pero que nos irán chivando sus debilidades y ambiciones. Pero ojo, que las opciones son inmensas y así como espían para nosotros, los señores pueden comprar su voluntad y ser nosotros los sujetos espiados.
Belleza oriental esculpida en tu monitor.
En lo visual noto ciertos contrastes. Por una parte, las batallas gozan de un acabado increíble y que nos dejarán patidifusos, por otra, el mapa político es más modesto y está salpicado por tiempos de carga continuos que llegan a hacerse molestos a la larga. Amén de que hay que tener un PC bastante monstruoso para mover todo fluido, ya que cada unidad en el campo de batalla funciona de forma individual aunque no lo parezca y hablamos de cientos o miles en algunos casos. Esto supone una carga gigantesca para el procesador, algo que desde Creative Assembly siempre fueron conscientes. Es por ello que cada nueva entrega se nota más fluida y compacta que la anterior aún habiendo saltos visuales más que considerables.
Atendiendo a lo sonoro, la banda sonora recoge deliciosamente los tonos de los tres reinos habiendo temas que son pura arenga en chino tradicional y que nos dejan el vello de punta. Las batallas gozan de la épica clásica de Total War aunque coloreado ahora con los instrumentos y ritmos de la china tradicional. El doblaje nos llega en castellano con un nivel sobresaliente y un rooster de actores conocidos y muy profesionales.
Luego está la gracia del multijugador. Podemos disputar la campaña con otros jugadores de manera que se sustituyan las IA – que por cierto, no desmerecen a las anteriores entregas en calidad – por jugadores reales con los que batallar en tiempo real o realizar tareas políticas de todo tipo. También disponemos de la opción de echar batallas directas contra otros jugadores, algo que a priori no es tan interesante ni inmersivo pero que pueden matarnos una tarde como demos con un igual que nos lea nuestros movimientos.
Por último estaría el tema de los mods. Aunque no pude probar la herramienta, el juego trae consigo un gestor que permite a los más duchos compartir sus creaciones y a los demás instalarlas para expandir así los contenidos y su duración.
Algunas de las pistas del juego podremos descargarlas desde la misma página de Total War. Todo un gran gesto para los fans.
La saga sigue fuerte e inamovible de su podio.
Total War: Three Kingdoms lleva el sello de Creative Asembly con orgullo y honor. Una experiencia audiovisual sobresaliente pero que supone un dolor de cabeza para los nuevos en la materia. Muy denso al principio y desesperante, pero que poco a poco sabe recompensarnos nuestra insistencia en lo jugable. Lástima que demande unas exigencias técnicas tan colosales para jugarlo fluido y que nos salpiquen de tiempos de carga tan molestos.