En una generación marcada por el conservadurismo y la repetición constante de las mismas fórmulas a fin de asegurar beneficios y minimizar las pérdidas, siempre es agradable encontrarse juegos diferentes como Catherine. Atlus, conocida por todos por la saga Persona, decidió arriesgar con una propuesta original que mezcla la estética anime con una historia de infidelidades, pesadillas y mucho sentido del humor picante; y lo cierto es que la apuesta le salió bien ya que Catherine se convirtió en el título más vendido de la historia de la compañía. Eso en Japón y Estados Unidos claro, porque en el mercado español –corto de miras y mainstream hasta la médula- el juego pasó sin hacer ruido a pesar de obtener buenas críticas por la prensa especializada.
La sensación inicial que uno tiene al empezar una partida de Catherine en un poco confusa. ¿Se trata de una película de anime interactiva? ¿De un juego de puzles? ¿O quizá de una aventura conversacional al estilo japonés?… Pues la verdad es que todo junto. Los segmentos jugables se entrelazan constantemente con las escenas de vídeo para hilvanar un argumento bastante curioso:
Vincent Brooks es un chico de 32 años que se encuentra muy a gusto con su vida de soltero por lo que no está muy por la labor de dar un paso más en su relación con su novia Katherine como ésta le exige. Aunque está enamorado de ella, siente pavor ante la idea de casarse y formar una familia, ya que esto supondría el fin de su vida tranquila y despreocupada (y también el adiós a las juergas con los amigos, comprarse caprichos…) En esta encrucijada, una noche en que ha bebido más de la cuenta conoce a Catherine (sí, esta con “C”) una bella rubia de 22 años por la que se siente atraído no sólo por sus curvas sino por su ideales de vivir la vida sin ataduras. Total que, casi sin saber cómo ha ocurrido se despierta la mañana siguiente con Catherine desnuda en su cama. A partir de aquí, Vincent vive en un constante dilema moral en el que se debate entre el remordimiento y la responsabilidad por la infidelidad cometida y la nueva puerta que se le abre con la joven Catherine. Todo este embrollo sentimental se ve complicado por las extrañas pesadillas que sufre Vincent por las noches, en las que tiene que escalar como loco por montañas de bloques para salvar la vida.
Esta historia tan atípica para un videojuego se estructura jugablemente en dos bloques bien diferenciados. Por un lado, la parte que podríamos llamar “social” que transcurre en el Stray Sheep, garito favorito de Vincent y sus tres amigotes, donde pasaremos las horas bebiendo y hablando con los camareros y con los curiosos clientes que se dan cita cada noche en este bar. A través de estos diálogos no sólo conoceremos más sobre la personalidad de Vincent y sobre sus preocupaciones sentimentales, sino que también averiguaremos datos sobre las misteriosas muertes de jóvenes que están teniendo lugar en la zona y que estarán extrañamente relacionadas con las pesadillas nocturnas de Vincent y de las que éste no recuerda nada cuando despierta.
El segundo bloque, y sin duda el más interesante, son las pesadillas, planteadas como puzles en los que, como hemos apuntado más arriba, debemos subir lo más rápido posible por una estructura de bloques para conseguir llegar a la cima antes de que se desmorone o de que nos atrape un monstruo que nos persigue con intenciones asesinas. La dificultad de estos puzles es muy exigente por lo que, a pesar de que ésta se vio reducida respecto a la versión japonesa, harán falta múltiples reintentos para superar estos desafíos. Si bien los primeros niveles son sencillos, poco a poco van apareciendo nuevos tipos de bloques (inamovibles, con trampas de pinchos, resbaladizos…) que nos pondrán las cosas muy complicadas. Para ayudarnos en la ascensión, podremos recoger numerosos ítems así como aprender algunas “técnicas de escalada” que nos enseñarán otros “carneros” (ya entenderéis esto si jugáis) que se encuentran en nuestra misma situación. En función de la puntación obtenida tras superar cada puzle se nos otorgarán trofeos que desbloquearán nuevos desafíos en el modo Babel que estará disponible al finalizar la aventura. Estas recompensas unidas al hecho de estar diseñados para poder superarse de formas muy distintas, dotan igualmente a estos puzles de un elevado componente de rejugabilidad.
A lo largo del juego tendremos que responder a numerosas preguntas y mensajes de móvil. En función de si nuestras contestaciones son de carácter truhán y bohemio o bien más propias de una persona responsable y formal, se irá inclinando a un lado u otro un medidor de karma que determinará que cambien algunos acontecimientos así como el final que aparecerá al terminar el juego (en total hay 8 distintos).
Por desgracia, Catherine es un juego bastante desequilibrado. Las secciones de puzles, aunque pueden hacerse terriblemente frustrantes, suponen un reto muy divertido y adictivo. Los momentos en el Stray Sheep, en cambio, son extremadamente aburridos y limitados ya que lo único que podemos hacer es hablar con unos y con otros, emborracharnos, jugar a la recreativa de Rapunzel (juego de puzles similar a los de las pesadillas) y mandar mensajes de móvil sentados en la taza del WC. Es incomprensible y una lástima que con tan buen diseño de personajes (que recuerda un poco a la mítica serie de Cowboy Bebop) y unos gráficos Cel Shading tan logrados no se hayan incluido más localizaciones.
Debido a lo tedioso de estas partes del Bar y a las interminables escenas de animación (eso sí, magníficamente realizadas por Studio 4ºC) reconozco que las 12 horas aproximadamente que me ha durado el juego se me han hecho muy cuesta arriba. No obstante, hay que valorar la valentía de Atlus a la hora de arriesgarse con una apuesta tan innovadora y poco convencional, que puede resultarte muy interesante si te va mucho el anime, te gustan las historias de enredos amorosos y disfrutas estrujándote el cerebro resolviendo puzles.
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=-a69nmiAvSY[/youtube]