En GuiltyBit hemos querido hacer un repaso por los peores remakes de la historia del cine. O al menos algunos de ellos, para que te eches unas risas o te den ganas de llorar. Eso ya es cosa tuya.
Los remakes, ay los remakes. El cine está lleno de estas reinterpretaciones que buscan revivir grandes obras de la industria. Pero, a veces, en lugar de revivirlas, parece que escupan sobre su tumba. Claro está que no todos los remakes son malos. Mad Max: Furia en la carretera (2015) es un ejemplo de que este tipo de reinterpretaciones artísticas se pueden hacer bien. Por desgracia, el público suele recordar con más claridad los truñacos. Aquí tienes nuestra selección de los peores remakes de la historia del cine.
Ultimatúm a La Tierra (1951)
Las invasiones alienígenas son ya un tema recurrente en la industria del cine. Han sido tratadas desde muchas perspectivas diferentes. Desde Independence Day, hasta largometrajes tan originales como Distrito 9. Sin duda, uno de los mayores clásicos de esta temática es Ultimátum a La Tierra, película de 1951 dirigida por Robert Wise.
A pesar de las dificultades que podía presentar la elaboración de un filme de estas características a principios de los 50, Wise consiguió transmitir un mensaje original y potente, al tiempo que creaba una historia amena y entretenida. Este hecho es aún más admirable si tenemos en cuenta el contexto social en el que fue lanzada la película. En una época en la que el mundo acababa de salir de la Segunda Guerra Mundial y los patriotismos estaban a flor de piel, Wise elaboró un mensaje totalmente contrario.
Ultimátum a La Tierra deja bien claro quienes lo hacen mal (la humanidad) y quienes llevan la razón (los alienígenas). Estos últimos vienen a advertirnos sobre nuestro comportamiento autodestructivo, y en la película queda bien reflejada la actitud infantil y egoísta del ser humano.
Un mensaje desdibujado (2008)
Scott Derrickson, dirigió un remake de la historia de Wise del que poca cosa se puede salvar. Como disonancia más importante e imperdonable, el mensaje de esta versión se desdibuja por completo. En la versión original, los alienígenas nos advertían sobre las armas atómicas y sobre el peligro que podían significar para otros mundos.
En la cinta de Derrickson el peligro del cual nos advierten es la destrucción de La Tierra. Según los alienígenas, no pueden permitir que nuestro egoísmo destruya el planeta y aniquile al resto de especies. Por ello, deciden que lo mejor es aniquilar a la humanidad para preservar el planeta. Hasta ahí el mensaje tiene mucha lógica e invita a la reflexión.
El problema llega cuando la actuación del alienígena no nos despierta la misma empatía que en la versión original. No queda claro eso de “oye, que este alienígena quiere ayudarnos, que es bueno”. La manera en la que nos “pintan” al visitante intergaláctico nos hace simpatizar más con los protagonistas humanos. Vamos, todo lo contrario a la original. El alienígena interpretado por Keanu Reeves anda a medio camino entre lo que intenta ser y un Terminator. ¿Qué consigue todo esto? Pintar a los Estados Unidos como los justos defensores.
Una imitación poco conseguida
Otro gran problema de esta versión es la emulación de muchos aspectos de la original, pero de manera muy poco acertada. La relación que se crea entre el hijo de la protagonista y el alienígena no tiene nada que ver con la de la original. Esto puede parecer poco transcendental, pero en la versión original, esta relación era uno de los elementos que lograba hacernos empatizar con el alienígena. En el remake no lo consigue en absoluto.
Por último, toca hablar del autómata. En la versión original nos explicaban con detalle el origen del robot, su cometido y su lógica, todo encajaba. En el remake se limitan a decir “se activa cuando detecta violencia” y hala, tan panchos. Si no hemos visto la original nos quedaremos más perdidos que el Star Wars de Visceral Games. Además de que los efectos especiales que le dan vida, para la época, son espantosos.
En resumen, el gran fallo de este remake es su poco acierto a la hora de transmitir el gran mensaje de la original. Se convierte en otra peli de acción catastrófica más. Explosiones, patriotismo y un intento de dramatismo muy cutre.
El planeta de los simios (1968)
En 1968 Franklin J. Schaffner le hizo al cine uno de los mayores regalos de su historia. El Planeta de los simios fue una película adelantada a su época, ingeniosa y exquisita en casi todos los aspectos. La historia comenzaba con el monólogo de George Taylor, un astronauta interpretado por Charlton Heston.
Según nos contaba el propio personaje, él y sus compañeros se hallaban en un viaje a la velocidad de la luz hacia los confines del espacio, en busca de vida. Además, según el planteamiento de la película, mientras que para ellos solo pasaban unos meses, en La Tierra habían transcurrido siglos, todo debido a la velocidad a la que viajaban.
Este inicio es, como mínimo, interesante. Hoy en día, si ves la película por primera vez, te deja bastante intrigado y te incita a seguir pegado a la pantalla. Así que, en 1968, debió ser un auténtico alucine para los espectadores.
Pero el inicio no es lo único bueno, la realización de esta película es una auténtica maravilla, desde las tomas iniciales a bordo de la nave hasta los inhóspitos parajes del planeta. Tanto la fotografía como la ambientación son realmente impresionantes, así como el desarrollo de la trama, con una planteamiento que nos hacía pensar de verdad.
Detrás de la fantasía de su argumento y de la intención de maravillarnos con una historia increíble, esta película nos invita a una reflexión muy profunda sobre la propia humanidad. Pero no vamos a hablar más de la cuenta, ya que spoilear esta película se podría considerar un crimen. Por último, añadiré que El Planeta de los simios tiene uno de los finales más originales e impactantes que he visto en una película. Un desenlace totalmente inesperado y que nos dejará pensando en la historia durante un rato después de verla.
Una patada a la idea original (2001)
En 2001, el “genio” de Tim Burton quiso reinventar este clásico y, sinceramente, lo que hizo fue una desgracia. Protagonizada por Mark Wahlberg, esta historia homónima de la original, poco o nada tiene que ofrecer. Desde el inicio, hay escenas más cutres que un potaje en un cumpleaños. En una de ellas vemos al protagonista poniéndose una escafandra, que ni siquiera se molesta en ajustar al traje. Vamos, que le haría el mismo efecto ponerse un caldero en la cabeza.
Pero esos detalles son insignificantes, y meramente cómicos. La historia pierde gran parte de la fuerza debido a que salta constantemente de una crudeza exagerada por parte de los simios a momentos de absoluta y ridícula comedia. Por otra parte, los humanos de la original eran seres no evolucionados, que ni siquiera sabían hablar.
Tim Burton se salta esto a la torera y nos presenta a unos “humanos primitivos” con más coeficiente intelectual que muchos canis de barrio. Podría comentar más elementos de la trama realmente aberrantes, pero para ello tendría que spoilear demasiado sobre la original, y sinceramente no vale la pena.
Tengo que decir que la versión original ha sido uno de los mayores descubrimientos cinematográficos para mí. Cuando la vi me pregunté ¿Por qué no habré visto esta maravilla antes? Un clásico obligatorio para todo cinéfilo. Por el contrario, el remake es algo que deberías evitar a toda costa si no te apetece llenar el bol de palomitas de otra cosa.
Conan el bárbaro (1982)
En 1982 se estrenó una de las películas de aventuras fantásticas más icónicas del siglo pasado, Conan el Bárbaro. Con un brillante Arnold Schwarzenegger en el papel protagonista, esta película fue todo un éxito, y hoy en día la recordamos como tal. Mostrándonos un guerrero realmente fiero y despiadado, que repartía a diestro y siniestro y sin cortarse un pelo. Aunque, con el tiempo, la volvamos a ver y los efectos especiales sean difíciles de creer, tiene una personalidad que la hace mantenerse como una película más que apetecible. Guerreros, magia negra, batallas y criaturas de leyenda, lo tenía todo.
Una versión con «poco músculo» (2011)
En 2011 Jason Momoa volvió a traer a la vida al famoso guerrero cimmerio, pero, por desgracia, le faltó toda esa personalidad que Arnold desbordaba. A pesar de lo que comentaba hace un momento sobre los efectos especiales de la original, los de esta versión pecan aún más. Para tratarse de una película de 2011 hay escenas que dan mucha pena. Ejemplos claros de ello son las ciudades en el horizonte, y, sobre todo, la máscara maldita que el villano principal se pone en las escenas finales.
Por otra parte, el Conan de Momoa no es ni una sombra del original, su “sed de venganza” parece metida con calzador, al igual que su crueldad. En algunos casos, parece que hasta el propio director se daba cuenta de que el personaje aparentaba ser demasiado “bueno” y forzaba escenas de crueldad que se iban al otro extremo. Quedaban fuera de lugar. No sabíamos si estábamos viendo a Conan o a Kratos.
Otro error de la película, desde mi punto de vista, son las escenas de combate. Salvando algunos casos concretos, la coreografía no resulta muy creíble, impropias de una producción de su magnitud. Otras escenas, como la batalla contra el kraken y los esbirros de Khalar Zym, se hacían eternas y repetitivas.En definitiva, esta película no hace justicia, para nada, a la versión original. Más allá de comparaciones no es del todo mala para pasar un rato, una tarde de domingo sin nada más que hacer. Pero, sin duda, es más que preferible ver la original.
Desafío total (1990)
Una vez más hablamos del remake de una película en la que actuó el bueno de Arnold. En este caso no se trata de un remake que haya que destripar, como es el caso de Conan. De hecho, como película sin relación con la original, cambiando algunas cosillas y su título, hubiera funcionado bien. Pero bueno, antes de entrar en materia hablemos un poco de la original, para situarnos.
La versión de 1990, protagonizada Schwarzenegger, nos contaba una historia realmente interesante y original para su época. Nos situaba en un planeta Tierra futurista y saturado, y nos presentaba a una raza humana que había colonizado Marte para trasladar parte de la población.
El principal problema de la situación era la transformación de la atmósfera del planeta rojo. Esto sería beneficioso para los colonos, que dejarían de respirar aire contaminado y no tendrían que vivir acinados en guetos. Pero una poderosa corporación, con intereses más materialistas se opone a este proceso. Además, se añadía otro elemento interesante a la trama; una tecnología que permitía simular recuerdos y recrear vidas fantásticas en las mentes de la gente.No contaré nada más, para no spoilear a quien no la haya visto, pero, se puede decir que los que hayan jugado a The Evil Within entenderán muy bien este sistema. Tiene cierto parecido con el famoso STEM.
Puede que los efectos hayan envejecido mal, o que algunas escenas nos saquen, hoy en día, de la tensión del momento por su involuntaria carga cómica. No obstante, es una gran película, de eso no hay duda. Es intensa desde el principio, con un Arnold Schwarzenegger en su época dorada, repartiendo a diestro y siniestro. Además, cuenta con una historia interesante e intrincada, que se guarda un buen puñado de sorpresas.
Cambio de horizontes poco acertado (2012)
El gran pecado del remake de 2012, dirigido por Len Wiseman, e interpretado por Collin Farrel, fue pasarse por el forro el epicentro de la trama. Algo parecido a lo que hicieron con Ultimátum a La Tierra, pero no tan desastroso. En esta versión no tendremos planeta rojo por ningún lado, ni tampoco el conflicto para la transformación de su atmósfera.
Las dos grandes zonas claves serán; la ficticia Federación Unificada de Gran Bretaña, y “La Colonia”, que vendría a ser la Australia de nuestro mundo. El conflicto en esta versión es la limitación del espacio en la Federación. Por ello, la todopoderosa corporación planea invadir y destruir La Colonia, bajo la excusa de una amenaza terrorista, para apropiarse del territorio a posteriori.
A pesar de esto, el remake guarda cierto punto de fidelidad a la original. En forma de nombres, referencias, algún guiño, y conversaciones casi idénticas en algunas escenas. No es una película que duela ver, de hecho, puede hacerte pasar un buen rato, siempre que evites entrar en comparaciones. De todos modos, es infinitamente más recomendable recurrir a la versión original.
Psicosis (1960)
Vamos a coronar este ranking con la que es, a mi parecer, la mayor cagada que se ha echado sobre una película mítica. Psicosis cautivó al público en 1960, convirtiéndose en una de las películas de suspense más reconocidas de la historia.
Hoy en día, la obra de Hitchcock sigue siendo una maravilla, una película que tienes que ver una vez en la vida. El paso de los años no ha evitado que sigamos maravillándonos con las actuaciones de Anthony Perkins y Vera Milles. La primera vez que ves esta película es inevitable caer seducido por la intrigante trama, el perturbador ambiente que rodea a Norman Bates, y la brillante actuación de los actores protagonistas. Y no solo eso, aun sabiendo lo que va a ocurrir, disfrutas la historia con la misma intensidad. Vamos, más intrigados que el PP cuando les llega una carta de Puigdemont.
Un remake de «terror» (1998)
Aunque Psicosis no es una película de terror, su remake “sí que lo fue”. En 1998, Gus Van Sant quiso traer de vuelta este clásico, y las cosas no le fueron muy bien. Desde el casting la cosa ya empezaba a oler un poco a ñordo. Escoger a Vince Vaughn para interpretar a Norman Bates no es que sea una buena elección. No es que le pidamos igualar la genial actuación de Anthony Perkins en la original, porque eso sería una epopeya, pero es que Vaughn no pega para el papel. Ni con pegamento.
Más que un psicópata perturbado parece un Howard Wolowitz en las primeras temporadas de Big Bang Theory. Sinceramente, no puedo evitar acordarme las discusiones de Howard y su madre al ver los diálogos “materno-filiales” de este remake. Pero esto no acaba con el bueno de Norman. El resto del reparto, en líneas generales, hace unas interpretaciones realmente penosas.
Más que un remake, fue un calco.
Probablemente, esto se deba a que este remake intenta emular al pie de la letra las secuencias y tomas de la original. No se reinventó en absoluto. No trató de llevar un clásico de los sesenta al público de finales de los noventa. Simplemente se limitó a emular todos y cada uno de los aspectos de la original. El problema es que, sencillamente, lo que encajaba a la perfección en una película de mediados del siglo XX queda totalmente ridículo en una cinta que ya tiene un pie en el siglo XXI.
Probablemente, esta imposición es lo que ha tirado por tierra las actuaciones de los actores. Los ejemplos más claros son las escenas de conducción, la caída del detective, o, la mítica escena de la ducha. En el remake, esta escena es totalmente ridícula, y menos creíble que el premio “The Best” de CR7.
Tiene especial mención el vestuario, porque, vaya tela, nunca mejor dicho. ¿Estamos en 1998 o en el esplendor de lo hortera de principios de los 80? No es que yo me haya paseado por las calles de Phoenix en 1998 pero, no creo que vistieran así. El look del vendedor de coches, o la chaqueta que luce Viggo Mortensen al visitar el motel son, sencillamente, aberrantes.
Por último, los diálogos están metidos con calzador, por la misma razón que las tomas. En muchos casos se intenta trasladar el diálogo intacto de la versión original, y eso, casi cuarenta años más tarde, no cuaja.
En resumen, el gran pecado de esta película fue intentar emular a la original para un público totalmente diferente. La manera de ver y entender el cine ha cambiado muchísimo, y Van Sant no lo tuvo en cuenta. Lo que podría haber sido un homenaje a un icono del cine acabó siendo una ofensa para no recordar.
Está claro que hay muchos remakes con sabor a truño que no han entrado en esta lista. Pero siempre puedes echar un vistazo a otras selecciones que te recomiendo, como esta de Vanity Fair.