Un tiempo de su salida en PC, esta obra de pura belleza llega a consolas para deleitarnos con sus paisajes. Exploramos el arte en este análisis de Lumini.
A veces los juegos no tienen que estar plagados de contenido. A veces, no hace falta que empuñemos una AK-47 en un mapa de inmensas proporciones. No hace falta ni que tengan una trama super elaborada ni que conectemos con sus personajes. Simplemente, basta con que el juego sea un canto al arte. Veamos cómo se consigue esto en el análisis de Lumini.
La belleza en un vistazo
Normalmente, suelo empezar los análisis hablando de la trama del juego, para después pasar a las mecánicas del mismo y, solo al final, hablo de los gráficos y del sonido. Lo hago en ese orden porque valoro más lo que me cuentan y cómo lo hacen, que las mecánicas y, en última instancia, la parte técnica.
Pero hay juegos que funcionan al revés, y Lumini es uno de ellos. Porque Lumini busca, ante todo, la belleza. Al igual que el ya mítico Journey, Lumini nos cuenta una historia a través del movimiento por unos escenarios repletos de belleza.
Nuestro recorrido por el juego, pues, nos llevará por paisajes de lo más variopintos, con escenas que narrarán una historia a nuestro paso pero, a su vez, ajena a nosotros. Porque nosotros somos espectadores. Pasamos por un mundo que existe sin nosotros y nosotros simplemente podemos ver qué ocurre o qué ha ocurrido.
El uso de los colores y la iluminación es sencillamente perfecta, como también lo es la banda sonora que nos acompañará durante toda la travesía. Una banda sonora que se adapta a las situaciones, cambiando tonos y ritmos al son del gameplay.
Es complicado explicar la belleza que reside en un videojuego, pero me gustaría contaros una pequeña anécdota. La mayoría del juego lo he jugado en el Metro de Madrid en hora punta. De lunes a viernes tengo un trayecto superior a una hora que, afortunadamente, hago sentado, pues cojo el metro en la estación de salida.
Esto hace que pueda jugar a numerosos títulos en Nintendo Switch. Algunos son muy disfrutables, como Breath of the Wild, y otros algo más agobiantes, como Dark Souls. Bien, pues Lumini ha sido como un bálsamo. El juego me ha sumergido tanto en su mundo, con su arte y banda sonora, que por poco me paso de estación, teniendo que salir corriendo del vagón mientras el sonido de cierre de puertas amenazaba con retenerme. Que un juego, en una condición tan adversa para ser disfrutado, haya conseguido atraparme hasta el punto de casi pasarme de estación es, desde luego, algo muy positivo.
Sencillo, pero eficaz
El gameplay y las mecánicas de Lumini son muy simples, pero no hace falta más. Encarnamos a un grupo de insectos voladores, similares a las libélulas, y deberemos atravesar las distintas pantallas evitando a los enemigos. Por el camino, iremos recolectando una especie de luz de las flores que nos encontraremos por el camino. Esto hará que, cuando lleguemos al checkpoint de la zona, más libélulas se añadirán a nuestro grupo y nos seguirán. Las libélulas, por supuesto, son un indicador de nuestra vida, al más puro estilo Journey con la longitud de la bufanda.
Además de los enemigos ya mencionados, durante el recorrido encontraremos puzles y zonas ocultas. La resolución de los primeros hará uso de la mecánica que permite separar el grupo de libélulas, controlando a cada grupo con un joystick. Interesantes, agradables, pero muy sencillo.
Lo mismo pasa un poco con los enemigos, que no son especialmente variados ni imaginativos. Están, añaden cierta variedad al tránsito por el mapa, pero no generan un valor especialmente alto, la verdad.
Conforme avancemos, desbloquearemos también el uso de libélulas especiales con ciertos poderes. Ya sea poder volar más rápido o generar ondas mas grandes para defendernos de los enemigos, la posibilidad de alternar entre los distintos poderes se agradece y amenizar el camino. Misma función que la existencia de gemas especiales, que nos desbloquearán partes del arte conceptual en el menú principal.