Okja deja atrás la polémica de Cannes y se revela como una de las grandes películas dentro del catálogo de Netflix. Esta es nuestra crítica de Okja.
Me veo obligado a abrir la crítica de Okja con una pequeña reseña de lo ocurrido en Cannes hace algunas semanas. No quiero alargarme mucho con ello, pero ciertas actitudes son poco inteligibles. En el emblemático festival de cine, los supuestamente expertos culturales abuchearon el logo de Netflix únicamente por el simple motivo de no estrenar la película en salas. Incluso hubo misteriosos problemas en la proyección.
El presidente del jurado, español para más señas, fue aún más lejos. No dudó en afirmar que Okja no era cine porque no se podía ver en la gran pantalla. Quizá en su peldaño de los cielos, allá en su nube, el director español no vea más que su torpeza, propia de aquellos que tienen miedo de perder el trono (o su gran negocio). Pero una película estrenada en Netflix, o en cualquier plataforma, es cine. Igual que lo es el rancio trabajo de Almodovar, por si no situabais a la persona referenciada.
Una vez vista Okja, en pantalla grande, lo primero que me vino a la cabeza es que efectivamente había visto una película de cine. Un muy buen trabajo del director coreano Bong Joon-ho. La película cuenta la historia de una niña y su mascota, que en realidad es un supercerdo creado en laboratorio por una compañía sin escrúpulos, en busca de su propio beneficio.
La relación entre la joven, Mija, y el animal es el eje central del filme. Puede sonar similar a propuestas como Liberad a Willy, ideadas para el público infantil, pero Okja se encuentra muy alejado de este tipo de cine. La película no es apta para niños: es cruda y muestra crueldad sin reparos.
Crítica de Okja, Bong Joon-ho está brillante
Okja pega a todo lo que se mueve. A primera instancia podría parecer que es un relato a favor del movimiento vegano. Sin embargo, hay detalles que niegan ese propósito.
Voy por partes. En principio, hay tres grupos diferenciados en el filme. El primero es la pareja formada por Mija y el supercerdo. La segunda es la malvada corporación alimenticia capitalista. Por último, también juega un papel primordial un grupo a favor de los derechos de los animales que intenta evitar su experimentación en centros para ese fin.
Sin embargo, salvo los protagonistas principales, nadie está a salvo del punto de mira del director coreano. Atiza con dureza a la empresa que quiere conseguir dinero engañando a sus propios clientes, pero también al resto.
La compañía afirma que el supercerdo está creado por un proceso «natural», aunque oculta su verdadera procedencia. Okja es un cerdo gigante que a ratos parece un hipopótamo y se comporta en ocasiones como un perro. Muy natural evidentemente no es. El cineasta ataca brutalmente a la industria alimenticia y muestra a los directivos exagerando, quizá en demasía, su comportamiento.
Tilda Swinton es en este caso la cabeza visible de la compañía. Su forma de actuar es entre salvaje y temerosa, dependiendo de la situación. Como la secuencia inicial indica, sus rasgos van a ser totalmente ridiculizados. Aunque la sátira del relato se inunda sobre todo en el doctor interpretado por un Jake Gyllenhaal fuera de sí. Su personaje comienza siendo hasta divertido, a pesar de lo vomitivo que resulta. Pero, a medida que se acerca el final, pierde fuerza y es tan solo una caricatura absurda que va deambulando por la pantalla. Lo más flojo del filme.
Crítica de Okja, Netflix sí hace cine aunque moleste
En otra casilla tengo que situar al grupo en defensa de los derechos de los animales y todos aquellos que inician una dieta vegana. Los primeros también son vapuleados sin ningún resentimiento por Jooh-ho. La hipocresía es la marca de identidad de todos los que aparecen en el filme. Está mejor tratado que la compañía capitalista, pero también sale a la luz la hipocresía de sus métodos. Al principio puede parecer que van a actuar de una manera, pero las intenciones en realidad son otras bien distintas. Los héroes tienen dos caras.
En cuanto al supuesto movimiento a favor de los veganos, hay dos escenas clave que lo desmienten. La película no duda en mostrar la crueldad hacia los animales realizada por el ser humano. Nos iguala en condición y enseña escenas realmente duras. Sin embargo, el cineasta señala puntualmente que Mija, a pesar de todo, sigue comiendo carne de animal.
La única relación que es tratada con dulzura es la que mantiene Mija con Okja. En toda la película, la niña actúa con un amor incondicional, casi como si fuera su propia madre. Cualquiera que haya compartido unos segundos con un animal empatizará con Mija y la parte más emocional.
Okja, para finalizar, es cine de verdad. La trayectoria de Jooh-ho nos ha dejado por el momento auténticas genialidades y su primera película para Netflix no ha cambiado ese paradigma. El relato fluye con sinceridad. No hay problemas evidentes en los cambios de ritmo implementados. Okja es acción, drama e incluso comedia. Todo en uno. No existe forma de salir de la película hasta los créditos finales. Unos créditos que, por cierto, esconden una última escena. Altamente recomendable.