¿Eres un fanático de los juegos de estrategia? ¿Te pirra la fantasía medieval? Pues en nuestro análisis de Total War: Warhammer II te vas a sentir como en casa.
Con el cierre de la difunta THQ muchas fueron las franquicias que fueron a parar a otras manos. De este modo, SEGA consiguió hacerse con los derechos de Warhammer. Tras esto, muchos fueron los que fantasearon en ver dicho universo fusionado con Total War. Y dicho y hecho, dando así a luz a una trilogía basada en las figuras. Hoy nos toca hablar de la segunda parte de este plan gracias a nuestro análisis de Total War: Warhammer II.
Empieza la guerra
Hablar de Total War es hablar de una de las grandes sagas de estrategia del mundo de los videojuegos. Gracias a ella, hemos revivido grandes momentos de la historia de la humanidad. El auge del imperio romano, las campañas de Atila el huno, la caída de los samuráis… Y sí, como ya vimos con el primer Warhammer, la saga se mueve igual de bien en mundos de fantasía.
A pesar de ser una secuela, se nota desde el primer minuto que Warhammer II es parte de una trilogía. ¿Por qué digo esto? Pues porque casi no tiene nada que ver con el primer juego. No estamos ante un título que expanda lo visto anteriormente, sino que se enfoca en otra parte del universo Warhammer.
De este modo, tenemos cuatro razas totalmente distintas a las de su precuela, pero no hay ni rastro de las vistas en aquel entonces. En lugar de ver orcos, humanos y enanos dándose amor, Warhammer II nos trae a los Altos Elfos, a los Elfos Oscuros, a los Hombres Lagarto y a los Skaven. Y qué queréis que os diga, esta selección me parece bastante más atractiva y original que la de la precuela. A parte, quién no puede caer enamorado al ver dinosaurios en pleno campo de batalla.
Obviamente las diferencias entre razas no reside únicamente en su aspecto. Como ya ocurría con el anterior juego, vemos que cada bando del juego cuenta con sus unidades específicas, héroes y habilidades, todo ello relacionado con las características que definen a cada raza en el mundo de Warhammer. Esto no solamente hace que jugar con cada una sea una experiencia totalmente diferente, sino que también hace que tengamos que cambiar nuestro estilo de juego para sacar el jugo a cada una de ellas.
Cuidado con el torbellino
Otro de los grandes cambios de Warhammer II es su terreno, ya que ahora toca luchar en el Nuevo Mundo, situado al oeste del Viejo Mundo. Pero la cosa no termina ahí, ya que en dicho continente existente un torbellino mágico bautizado como el Gran Vórtice, en el cual gira (y nunca mejor dicho) la historia de la campaña.
Resulta que hace eones los Altos Elfos crearon el Gran Vórtice para proteger el mundo de los demonios y el Caos que estaban destruyéndolo. No obstante, la barrera que protege el torbellino se ha debilitado, pudiendo ahora cualquiera acceder a él y desactivarlo, causando el regreso del mal.
De esta manera, todas las razas comparten objetivo final, aunque sea por razones distintas: llegar al vórtice. Esto hace que por primera vez en la saga todos los bandos compartan una misión final, dando así a una carrera por completar los objetivos que permiten acceder al torbellino. Para ello, cada raza cuenta con diversos rituales que deben completar para lograr llegar a la batalla final. Eso sí, a diferencia de las misiones éstos se activan al llegar a determinadas zonas del mapa y requieres invertir tiempo y dinero en ellos para completarlos, pudiendo ser interrumpidos por las razas adversas.
Pero las cosas nuevas no se quedan aquí solamente. Al igual que en su precuela, Warhammer II nos trae un montón de elementos propios de los juegos de rol. De esta manera, nos encontramos que podemos equipar a nuestros héroes con armas que encontremos en las batallas o realizar diversos hechizos que nos pongan las cosas a favor en plena batalla. Además, a todo ello hay que añadir las diversas ruinas que encontraremos dispersas en el mapeado, las cuales nos darán diversas ventajas por explorarlas, algo que le da más chicha a la campaña.
Sabor clásico a Total War
A parte de estas novedades, Warhammer II cuenta con diversos ingredientes ya conocidos de la saga Total War. Gestión de ciudades, batallas entre ejércitos o política son varios de los elementos que se vuelven a juntar en este título por turnos. Y, al igual que siempre, las cosas cambian a la hora de luchar, donde la gestión en tiempo real de nuestras tropas vuelve a ser el protagonista.
En este último es donde la saga demuestra tener un músculo especial. En vez de controlar unidades, en Total War manejamos pelotones compuestos por decenas de hombres. De este modo, es sencillo ver combates donde cientos de soldados se enfrentan entre sí, dando como resultado batallas impresionantes. A parte, el posicionamiento juega un papel fundamental en el combate. Y es que no es lo mismo estar en una colina, donde se tiene mejor visión, que en unos bosques sin que el rival pueda ver tu posición. Detalles así son los que dan a la saga una mayor estrategia a la vista normalmente en el género.
Total War: Warhammer II no solamente logra seguir haciendo las cosas bien, sino que encima supera a su predecesor. Razas más interesantes y una campaña más llamativa y completa son sus principales ingredientes. Ahora tan solamente queda esperar y ver si logran seguir este crecimiento para el cierre de la trilogía.