Crítica de La casa de las Flores

La nueva serie mexicana de Netflix llega con mucho humor, pero también con un golpe importante de realidad. Aquí os dejamos la crítica de La Casa de las Flores.

Netflix nos presenta este próximo viernes una nueva serie un tanto especial. Una en la que vamos a ver cómo las apariencias no son siempre lo que hay en realidad. Y en la que la familia significa mucho más que compartir solamente un apellido. Aquí os dejamos con nuestra crítica de La casa de las Flores.

Una historia… corriente

La casa de las Flores es una historia de una familia normal y corriente. Sí, tienen sus secretos, sus líos familiares, sus broncas y sus pequeñas rencillas. Pero ¿qué familia no las tiene?

En este caso, la familia De la Mora es la elegida para mostrarnos esta especie de crossover entre Mujeres Desesperadas y Modern Family. Y vamos a estar con ellos el tiempo suficiente como para conocer a todos y cada uno de los miembros de la unidad familiar. Y además, de una forma muy particular.

Lo veremos todo en un tono con mucho humor. Según Netflix, es un humor un tanto negro. Pero según un servidor, es más como humor a secas. Eso sí, no se trata a la serie como una sucesión de chistes o gags en el que esperan que te rías a carcajadas cada vez que hay algo. Más bien es una sucesión de hechos que, encadenados, consiguen darle ese toque perfecto entre incredulidad, humor y realidad.

Y este es uno de los puntos fuertes de La casa de las Flores. Así que si esperabas ver una telenovela, como muchos se preguntan por redes sociales, olvídate. Esto es una serie que no tiene nada que ver con ese género.

Una familia muy bien … estructurada

La familia De la Mora es un tanto especial. Regentan una floristería llamada La Casa de las Flores que no pasa por su mejor momento. Pero de cara a la galería son una familia perfecta. Los perfectos abuelos que llevan toda la vida juntos. Los perfectos hijos con sus perfectas parejas y sus perfectos hijos. Y, por supuesto, sus perfectos amigos, que los quieren con una locura perfecta. Todo es perfecto… hasta que empieza la serie.

A partir del suicido de Roberta durante una fiesta en La Casa de las Flores, todo cambiará y veremos la verdadera personalidad de cada uno de los miembros de la familia.

Y no todo es blanco y negro en esta historia, como suele ser en la realidad. Ni la matriarca es tan dura ni tan perfecta, ni el patriarca es tan malo como lo pintan al principio. No hay decisiones de buenos o de malos, pero sí hay buenas y malas decisiones. Y esto es lo que nos va a ir llevando poco a poco por cada protagonista de la historia.

Este es el gran punto fuerte de la serie: sus personajes. Sin ellos, podríamos decir que no habría nada más que una historia entretenida y poco más. Pero la fuerza que transmiten todos, desde Verónica Castro como principal guía de la trama, hasta Paco León, con su aparición hacia mitad de la serie, es la que verdaderamente conduce todos los sentimientos que tendremos con La casa de las Flores.

No hay un solo personaje, principal o secundario, que se quede a la zaga o que no consiga hacernos un poco de tilín durante los 13 capítulos que dura. Podrán caernos mejor o peor, pero desde luego, tienen un carisma y consiguen enganchar de una forma bastante buena.

Mención especial a Cecília Suáres que, para mi, es la mejor de todas. He acabado adorando a esa mujer cuando, al principio, no podía aguantarla.

Una historia muy crítica

Es evidente que La Casa de las Flores tiene una trama que pretende levantar ampollas en cuanto a los temas que critica. Pero la verdad es que lo hace con muchos más de los que en un principio podría parecer.

Para empezar, la crítica principal se centra en esa parte de la sociedad que se plantea que si algo se sale de la norma ya no es moral. Ya sea un divorcio, un homosexual, un transexual o algo que se pueda considerar «poco decoroso». Pero esa misma parte de la sociedad es la que, precisamente, más rompe sus propias barreras morales cuando se trata de conseguir su propia «felicidad».

Esta crítica se ve desde el minuto uno, pero también es capaz de plantearnos que el amor por tus seres queridos puede hacerte ver las cosas de otra forma. Que tu hijo sea homosexual no es el fin del mundo, aunque tú lo pienses. Que tu hija se quiera casar con un «negrito», no va a destrozar a tu famialia. Y el que tu marido tenga una amante puede ser… hasta algo bueno.

Es curioso cómo La Casa de las Flores nos enseña, además de estos temas, el cómo se llegan a ellos. No es suficiente con saber lo que pasa. Para tener toda la historia hay que saber cómo pasa y cómo se llega a ese momento. Y en este punto es donde se centra la serie de Netflix.

Sí, tenemos a un homosexual y a un transexual pero ¿cómo se ha llegado a esta situación? ¿Por qué había una amante? ¿Cómo se encaja la droga en todo este asunto? ¿Qué problemas hay una vez que se destapa el secreto y hay que vivir con él frente a la sociedad que se pensaba que eras perfecto y ahora ve que «no lo eres»?

Conclusiones de la crítica de La Casa de las Flores

La Casa de las Flores no cuenta una historia nueva. Ni si quiera tiene un formato nuevo. Pero la fuerza de sus personajes y el guión tan meticulosamente cuidado y entrelazado que tiene va a conseguir engancharte. No por su humor, que está muy presente en ella en todo momento, sino por la empatía que despiertas los personajes que componen la familia.

Sí que es cierto que veremos muchos guiños a otras series. Como os he dicho, nada más empezar es inevitable acordarse del inicio de Mujeres Desesperadas. Pero conforme avanza la historia veremos que Modern Family también ha tenido su pequeño granito de arena a la hora de estructurar a la familia De la Mora. 

He de admitir que me ha sorprendido por muchos motivos la serie. No me esperaba algo tan ácido y gracioso y, a la vez, tan mordaz y crítico. Tampoco me esperaba muchos de los elementos que presenta durante sus trece capítulos y que han conseguido sacarme una lagrimita.

Así que, por todo esto que os he dicho, es evidente que os recomiendo que le deis la oportunidad a La casa de las Flores. Porque, como bien dicen, la belleza está en el interior. Y en este caso, no le falta razón.

 

Manu Mora

Friki de GuiltyBit. Colaborador, padre y fan incondicional de Sonic, todo al mismo nivel. ¡Ah! Y maestro absoluto del látigo, aunque ya no lo use mucho.

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