Una semana más continuamos con un nuevo capítulo de Dragon Ball Super que deja bastante patente que nos vamos a tomar nuestro tiempo para contar bien las cosas. Y para ser más concretos, para contar las cosas que vimos en la primera de las últimas películas, Dragon Ball Z: La batalla de los Dioses.
Si la semana pasada teníamos nuestras pequeñas dudas acerca de si retomaríamos las películas y las veríamos contadas de otra forma, esta semana os podemos decir que, en efecto, así será, al menos por lo que hemos visto y ha quedado claro.
Después de centrarnos en los episodios pasados en los protagonistas de la familia de Goku y Vegeta, esta vez y vamos a adentrarnos un poco más en su peculiar relación de respeto/amor/lo-que-quiera-que-sea. Todo ello mientras el dios de la destrucción intenta recordar qué fue lo que el pez oráculo le dijo hace 39 años y vemos la faceta cruel de Wiss… que da miedito. Sí, habrá que decirle a Toriyama que pase lo que usa para aderezar el desayuno, porque parece realmente bueno.
En este capítulo vamos a ver a un Bills más «humano», por así decirlo, con sus defectos, sus fortalezas con la clara intención de… bueno… es evidente que lo que quieren al mostrarnos a Bills así es… algo así como… intentar que… Algo ¿no? Realmente no le encuentro mucho sentido a este capítulo que, pese a meternos de lleno ya en la trama de Dragon Ball Super, tiene mucha, pero que mucha pinta de relleno. Es decir, seguimos con el tono lento, simpaticón y gracioso que vimos en el primero y en el segundo.
Hablando en serio, la intención es clara. Bills y Wiss van a ser personajes muy importantes en los arcos que se encuentren dentro de Dragon Ball Super, por lo que hay que presentarlos como es debido, ya que van a tener mucho protagonismo. Podríamos decir que están haciendo lo mismo que hicieron en su momento con Tortuga Duente (no sé si os acordaréis aún de esos capítulos en busca de chicas o revistas porno), por ejemplo. Posiblemente, estén intentando darle un tono épico a este dios de la misma forma que se le dio a Freezer ya que, por muy fuertes que han sido otros rivales de Goku, el carisma que tuvo el individuo de blanco este, no lo tuvo ningún otro.
El otro protagonista del capítulo es el cumpleaños de Bulma, que es lo que nos enfila directamente hacia la película de La Batalla de los Dioses. Sin embargo, aquí ya vamos a ver ostentosas diferencias con respecto a esta: el cumpleaños tendrá lugar en un crucero un poco… ida de olla, la verdad, en vez de en el jardín típico de la casa de los padres de Bulma. También nos dejará alguna que otra cosa en formato humor que nos va a hacer reír, os lo aseguro, y eso se agradece.
Lo demás, más o menos, se mantiene igual. Goku está en el planeta de nuestro Kaio del Norte y ya ha sido localizado por Wiss y Bills, así que, el encontronazo está asegurado, si no en el capítulo que viene, en el quinto, con una primera pelea entre ambos que promete ser la primera grande. Ahora la gran duda que nos queda es si veremos a Vegeta hacer el canelo bailándole a Bills cuando le vea en el cumpleaños o nos librarán de ver semejante atrocidad y volverán a colocarlo en el lugar que se merece… Miedo nos da esto.
En definitiva, que nos encontramos con un capítulo más lento que interesante, y que nos muestra la faceta más normal de un dios y su entrenador/asistente y unos preparativos de un buen choque que prometen un par de semanas interesantes. Lo malo es que el avance anuncia algo más de chorradas varias de por medio. Esto no quita que nos siga gustango este Dragon Ball Super, pero para volver a retomar la historia después de tantos años, tampoco costaba nada ir un pelín más… de prisa ¿no?