Decididos a no quedar solo como viejas glorias, los matamarcianos se encuentran en un proceso de renovación y de búsqueda de una nueva identidad que permita conjugar su esencia clásica con las posibilidades jugables y técnicas que ofrecen las máquinas actuales. Resogun acaba de demostrar que los Shmup tienen su sitio en la next gen, pero este camino se inició mucho antes, con juegos como los dos Söldner X, el magnífico Sine Mora, o el indie Ether Vapor Remaster. Precisamente, los autores de este último, el grupo doujin Edelweiss, nos regalan ahora Astebreed, título que supone un nuevo e importante paso en ese proceso de adaptación del género a los nuevos tiempos.
Después de tanto tiempo en este mundillo, se desarrolla una especie de intuición especial para distinguir entre un proyecto realmente prometedor y cuando nos la quieren “meter doblada” a base de hype. En el caso de Astebreed, este sexto sentido me ha funcionado a la perfección. Las primeras capturas y videos del juego mostradas en 2012 ya presagiaban algo grande, sensación que no dejó de crecer conforme se fueron publicando nuevos trailers y demos. Ahora que el juego se encuentra por fin a la venta en su versión PC (descargable a través de Playism y Steam), puedo decir sin miedo a equivocarme que estamos ante un verdadero must have para cualquiera que tenga la más mínima afición a este tipo de juegos.
Para empezar, Astebreed sorprende por su argumento, bastante más cuidado de lo que suele ser normal en este género. En el fondo estamos ante la manidísima historia de invasión alienígena ante la que nosotros somos la única esperanza que queda a la humanidad. No obstante, sobre esta base tan genérica, Edelweiss recoge influencias de los grandes iconos del ánime de temática Mecha y espacial para construir una historia compleja aunque, eso sí, cargada de tópicos 100% made in Japan, como dejar el futuro de la Tierra en manos de adolescentes, proyectos científicos imposibles, alienígenas demasiado tendentes a la filosofía, Mechas con más “alma” de la cuenta, “rayadas” mentales cada 30 segundos…
Ahora bien, os gusten más o menos todas estas paranoias tan del gusto de los amigos nipones, va a ser difícil que os enteréis mucho de qué va la cosa puesto que la forma escogida para narrar el argumento es a base de constantes diálogos in game en perfecto japonés. Siempre queda la posibilidad de leer los subtítulos de la parte inferior de la pantalla, pero entre que los textos están en inglés, que la letra es muy pequeña y que con el ritmo frenético propio de todo arcade despistarse una décima de segundo puede ser un suicidio… lo normal será que mandes la historia a tomar viento a las primeras de cambio porque, al fin y al cabo, ¿a quién le importa la historia en un matamarcianos?
En cualquier caso, si tenéis interés, al terminar por primera vez sus seis fases (más una épica e introductoria fase cero) se desbloquean varios extras, entre los que se encuentran completas fichas de los protagonistas y otras informaciones que os darán una visión completa de toda la trama.
A grandes rasgos, podríamos decir que Edelweiss sigue con Astebreed la misma fórmula que utilizó con Ether Vapor Remaster hace dos años, pero haciéndola evolucionar a la enésima potencia en todos sus apartados. De esta manera, el enfoque multiperspectiva vuelve a ser la seña de identidad del juego.
Olvidaos de la típica distinción entre shooters horizontales o verticales porque Astebreed es ambas cosas… y más aún. Con transiciones suaves y perfectamente integradas, alternamos las secciones de scroll tradicional con otras en que la cámara se sitúa detrás de nuestro mecha (llamado Xbreed) e incluso, en contadísimas ocasiones, en posición de 3/4 al igual que en el clásico de PSX Einhander, logrando con ello imprimir a la acción un dinamismo y una espectacularidad difícil de superar.
Pero si hablamos de espectáculo, no podemos dejar de hacer mención al apartado visual. No me malinterpretéis, estamos ante un juego indie desarrollado por un grupo de personas muy pequeño por lo que no se puede comparar ni de lejos a un título mainstream de última hornada. También sabéis que los matamarcianos no son de por sí un género muy dado a estar en la vanguardia gráfica. Con todo, os aseguro que Astebreed en su máxima configuración (que tampoco requiere un PC muy potente) luce impresionante. Quizá se le puede achacar alguna que otra puntual bajada de frames, algo perdonable si tenemos en cuenta la cantidad de naves, proyectiles y explosiones que pueden acumularse simultáneamente en pantalla.
No puedo escatimar tampoco en elogios al hablar de la banda sonora, compuesta por veinte temas de diferentes estilos y ritmos que dejan un delicioso regusto a música de Shmup “de toda la vida”.
Sin embargo, todas las virtudes mencionadas hasta ahora quedan en un segundo plano al hablar de la jugabilidad, aspecto donde Astebreed supone una verdadera revolución en el género al fusionar la mecánica de disparar-esquivar característica de los shoot’em ups con elementos más propios de un hack’n slash gracias al uso de la espada de hyper tungsteno que porta el Xbreed.
Aunque el arsenal a nuestra disposición incluye también un disparo estándar y unas esferas azules que perseguirán y destruirán a los objetivos que fijemos previamente (con un efecto visual realmente vistoso), el auténtico protagonismo de la jugabilidad está en destrozar a los enemigos a base de mandoblazos. Pero no creáis que todo se queda en repartir a lo loco, sino que también podemos lanzarnos hacia los enemigos a la velocidad del rayo con letales estocadas que, además, se pueden encadenar. Y ¡ojo! porque la espada es tanto un recurso ofensivo como defensivo ya que con ella podemos romper buena parte de los proyectiles que lanzan las naves alienígenas.
Poco más que decir. Esperaba mucho de Astebreed, y he visto cubiertas mis expectativas con creces. Estamos ante un juego redondo en todos los apartados: buen argumento, un apartado técnico de escándalo para ser un indie, un acompañamiento musical ideal y, especialmente, una jugabilidad híbrida que marcará un antes y un después en el género. Un rotundo póker de ases al que solo se le podría poner un “pero” : que no te gusten los matamarcianos.