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Bitback – Diablo II

Me vais a permitir la licencia en este Bitback de hablar de un juego que puede, solo puede, parecer a simple vista menos «retro» de lo que es en verdad: Diablo II, más que nada porque, ahí donde lo veis, el jueguecito tiene ya más de trece años a sus espaldas ya que salió a la venta en el año 2000, así que, ¿qué opináis? ¿Lo metemos como juego digno de Bitback?

Diablo II es uno de esos jueguecitos que hace Blizzard y que, como casi todo lo que hace menos Diablo III suele durar más años que las pilas del mando de la tele. El juego salió por primera vez al mercado en agosto del año 2000, en pleno fin del mundo (versión 2.0) y efecto 2000, por lo que, no fue casualidad, culpables, no lo fue.

El juego viene a ser una segunda parte de un juego ( de ahí el «II») que ya de por sí era bueno, Diablo y nos pone en la piel de nuevos héroes que tienen que empezar a investigar los sucesos que ocurren en la Catedral, lugar del enfrentamiento final con Diablo, en el anterior juego.

Diablo terminó siendo derrotado por un héroe y éste, para contener su poder, se clavó la piedra del alma del demonio en su frente en un alarde de inteligencia impresionante. En Diablo II evidentemente vemos cómo este héroe es corrompido por su archienemigo y es obligado a liberar a sus hermanos Mefisto y Baal.

Durante el juego nosotros iremos siguiendo los pasos del «vagabundo» como se le conoce y conseguiremos dar alcance a Mefisto y Diablo y derrotarles y destrozar su piedras del alma, pero aquí no acaba el juego, ya que luego salió una expansión, llamada «Lord of Destruction» en la que tendremos que derrotar al hermano mayor de este trío tan particular. Listo el chico, oye.

La historia no es excesivamente original pero está muy bien contada para ser un juego tipo «diablo», como se les suele llamar y, la verdad, engancha bastante. Además «tendremos» que pasárnosla varias veces ya que una vez que nos la terminamos volvemos a empezar con el nivel de dificultad aumentado, existiendo el normal, el pesadilla y el inferno, conservando el nivel, los items y las habilidades con los que terminamos el anterior y cada vez que jugamos los mapas se generan de forma aleatoria, es decir, que nunca jugaremos la misma fase dos veces seguidas, aunque los jefes sí tendrán su recinto cerrado siempre.

No nos vamos a parar en el sistema ya que es archiconocido pero elegimos entre uno de los cinco personajes que nos propone el juego que son la hechicera (maga elemental), la amazona (arquera), el nigromante (invocador), paladín (eso mismo) o bárbaro (bestia sin cerebro) o los dos de la expansión, el druida (medio invocador medio mago elemental) o la asesina (medio meleé medio distancia) y nos liamos a derrotar enemigos a diestro y siniestro.

Conforme subimos de nivel ganamos puntos de habilidad y característica que distribuiremos como queramos. Las habilidades vienen desglosadas en tres ramas para cada personaje en forma de árbol de forma que para llegar a las últimas primero habrá que desbloquear las primeras y con el ratón y el teclado (y en tiempo real) nos liamos a matar demonios menores, medios, superiores y de todo).

El juego viene dividido en cuatro actos más uno (en la expansión), y cada uno es de su padre y de su madre. Como hemos dicho el primero es la catedral y luego pasamos al desierto, la jungla y el mundo de Diablo, además del último que es un popurrí. Son bastante largos y con una ingente cantidad de items en su haber que ya le gustaría a otros juegos tener.

Estos items se clasificaban por nivel, tipo y rareza. Además había fragmentos de gemas para engarzar y hacerlas más poderosas, grupos de equipos, que cuantos más tuvieses del mismo grupo más poderoso eras, y posteriormente se le añadieron los hechizos (que venían en tablas y había que tenerlos en el inventario) y las runas de poder, también para engarzar. Pero vamos, millones y millones de combinaciones posibles para el horror de algunos y el placer de los coleccionistas y los frikis.

Pero, ¿dónde está el encanto de este juego que hace que aún se siga jugando y sea más valorado que el reciente Diablo III? Desde luego no son los gráficos, aunque están muy bien conseguidos para ser de hace trece años e iba bastante fluido en casi cualquier PC. La música es genial, y está completamente doblado al castellano, como suele acostumbrar Blizzard, lo cual es muy de agradecer. Pero si hablamos de jugabilidad tenemos una posible respuesta.

La acción en tiempo real, el equilibrio (inicial) de los personajes, la colección de objetos, la generación aleatoria de mapas, las habilidades, los enemigos y sobre todo un multijugador endiabladamente bien hecho son las claves para entender a un juego que tanto ha durado (y dura) en el tiempo.

Podíamos jugar hasta ocho jugadores en LAN o por Battlenet y esto aumentaba exponencialmente la experiencia de juego ya que muchas auras o hechizos que afectaban al grupo creando a personajes de apoyo, cosa que no había en la primera entrega. También podemos jugar PVP si poníamos la opción activada, lo cual daba situaciones de «hechicera» teletransportándose como loca haciendo bolas de hielo mientras el paladín de turno va detrás recibiendo estacas de hielo mientras grita «cobarde, tramposa, lucha cuerpo a cuerpo». Para todos ellos os digo: aprender magia y luego hablamos.

Todo esto bajo un estricto control de Blizzard para evitar que la gente hiciese trampas y consiguiese items o los generase de forma fraudulenta, pero al final, acabó cayendo. Sin embargo al principio el mercado «negro» que se creó entorno al juego fue brutal. Había gente que se dedicaba a farmear items para venderlos luego por dinero real y, bueno, muchas cosas más. Por eso la compañía decidió sacar tajada de ello en la secuela de esta secuela, pero eso ya es otra historia.

Además, el juego ha ido recibiendo continuamente mejoras o supuestas mejoras, porque algunas, sobre todo las últimas, se han cargado el balance que tenía el juego, pero siempre añadía alguna que otra cosa, arma o equipo interesante, lo cual le daba más y más vida.

Mención especial al mapa de las «vacas» que se lograba pasándose el juego y mezclando en el cubo horádrico la pierna de Wirt y un pergamino de portal de ciudad. Entonces se abre un portal rojo que te lleva a este mundo donde se encuentra «El rey de las vacas». Los items de esta fase son muy jugosos y poderosos pero si quieres acceder a él más de una vez tienes que no matar al rey de las vacas. Si lo haces, ya nunca más podrás crear tú el portal. Tendrás que esperar a que otro lo haga y entrar en él. Divertido ¿verdad?

Así que, mi recomendación es que hay que jugar a este juego para saber de qué hablamos y luego jugar a Torchlight II. Diablo III está bien, pero apenas es una sombra (por lo menos ahora) de lo que fue su predecesor, pero vamos, con lo largo que es no hay que preocuparse que os puede tener entretenidos unos cuantos meses. Y lo mejor de todo, con un PC mierdoso hasta haces virguerías.

 

Manu Mora

Friki de GuiltyBit. Colaborador, padre y fan incondicional de Sonic, todo al mismo nivel. ¡Ah! Y maestro absoluto del látigo, aunque ya no lo use mucho.

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