¿Por qué nos gusta Final Fantasy VII?

Hace 20 años vio la luz un videojuego llamado «Final Fantasy VII». Tras no pocos problemas entre compañías y con el paso del tiempo, se ha consagrado como uno de los más grandes juegos.

Hace ya 20 años que salió Final Fantasy VII, un juego que, con el tiempo, se ha convertido en uno de los más recordados, queridos (y odiados) y respetados. Se antoja recomendable, cuanto menos, recordar por qué Final Fantasy VII llegó tan alto y se mantiene ahí arriba. Pero yo no he jugado a todos los Final Fantasy, aún tengo en la lista de la vergüenza el II, V, VI y IX con una marca de «Pendiente». Por lo que, a buen seguro, no soy el más adecuado para hablar.

Tampoco soy el que más conoce de la saga por estos lares, ni muchísimo menos. Mi compañero Manu Mora, por ejemplo, tiene más experiencia, sabiduría y trayectoria en esta franquicia de la que acumularé yo en un buen puñado de años. Además, Final Fantasy VII no fue mi primer Final Fantasy, ese honor lo guarda la cuarta entrega. Qué demonios, Final Fantasy VII ni siquiera fue mi primer acercamiento a la historia de Cloud y compañía, ya había visto Advent Children y ya había jugado Dirge of Cerberus cuando al fin pude jugarlo.

Aun con toda esta carga a mis espaldas y a la vista de que no soy el más adecuado para hacerlo, hablo. Hablo porque la historia de Cloud está rodeada de un aura especial. Final Fantasy VII entero está rodeado de un aura especial.

No quiero entrar en debates absurdos de hacia dónde va la saga, de que si antes todo era mejor, de que si el VI o el IX son mucho mejores que el VII, de que si este está sobre o infravalorado… De eso no hablo ni quiero hablar hoy. Hoy quiero hablar porque, aun con todo eso a mis espaldas y siendo un pequeño SOLDADO que apenas ha empezado a comprender por qué hay cosas a las que llamamos «especiales», sabe que Final Fantasy VII es especial. Uno de «esos juegos».

(El vídeo lo puedes encontrar en el canal de YouTube de Game Trailers United’s)

Uno de esos juegos que tiene detrás una legión enorme de seguidores y detractores dispuestos a sacar espadas en cualquier momento. Uno de esos juegos que está presente siempre en el imaginario colectivo a la hora de seleccionar «los mejores». Uno de esos juegos que marcó la infancia de más de uno, de dos, y de varios jugadores. Uno de esos juegos que marcó el devenir de un género. Quizá de la industria. Uno de esos juegos que se queda contigo para siempre si sabe cuándo llamar a tu puerta.

¿Por qué nos gusta tanto Final Fantasy VII? ¿Por qué fue capaz de conseguir todo lo que ha conseguido?

Puede que porque fue un antes y un después en la industria oriental del videojuego. O, mejor dicho, fue un antes y un después en la relación de la industria oriental con el público occidental. Aún hoy recordamos con cariño aquella descuidada traducción fruto de las primerizas relaciones entre los dos mundos con aquel «Allévoy» que se ha convertido en mito.

Y recordamos con gran respeto, también, cómo Final Fantasy VII abrió la puerta de la industria de más allá del muro y logró un paso de gigante para llegar donde estamos ahora. Cómo consagró, junto con otros, el excelentísimo catálogo que tiene para muchos la mejor consola, para otros una consola tan especial como este título y, para otros, simplemente la primera consola.

Una consola que surgió tras problemas entre Nintendo y Sony, al igual que este Final Fantasy: un antes y un después (y un buen disgusto a la Gran N, ya puestos). Una mejoría y comenzó a indagar en el medio de los videojuegos de otra forma para dar origen a lo que tenemos hoy.

O quizá sea porque Final Fantasy VII es un Final Fantasy, al igual que un Mario es grande solo por el hecho de ser un Mario o un The Legend of Zelda es grande por llamarse Zelda. No me cabe ninguna duda, de hecho, el siquiera pensar que Final Fantasy es, junto a estas dos y algunas escasas y meritorias más, una de las grandes sagas de la Historia (sí, con mayúscula) de los videojuegos. Para bien y para mal, como origen, como evolución, como presente y como futuro. Dice la crítica que Final Fantasy VI es uno de los grandes, y quizá tenga que ver que el VII saliera después de «uno de los grandes».

Pero seguro que para muchos fue capaz de lograrlo todo porque fue «el primero» en muchas cosas. El primer Final Fantasy o incluso el primer gran juego de rol en 3D que muchos pudieron catar. Es más, me aventuraría a decir que incluso fue el primero en 3D que muchos pudieron jugar.

Es mágico cómo unos polígonos destexturizados y unos fondos prerrenderizados son capaces de romper las fronteras que dividen lo imaginario de lo real, lo abstracto de lo tangible. Hoy quedan obsoletos y causan hasta risa, pero cómo de sorprendidos se tuvieron que quedar los primeros japoneses que, acostumbrados a ver una Terra plana y en 2D, vieron a Cloud saltando desde el techo de un vagón de tren.

Si quieres seguir leyendo reflexiones manidas de un SOLDADO sin experiencia continúa leyendo la siguiente página. ¡Por AVALANCHA!

También fue el primero para muchos en dejar de tratarnos como niños que juegan y nos empezó a tratar como personas que crecen y aprenden. Muchos lloramos (muchos, muchísimos) cuando, al jugar de pequeños a Final Fantasy VII, llega «esa escena».

Final Fantasy VII transmitía unos valores y unas experiencias tan profundas como imperecederas que allanaría un posterior proceso de maduración personal para muchos. Consiguió que “hiciéramos clic». La pérdida, la naturaleza, la manipulación, el terror, los recuerdos, el desengaño, la tristeza, el desconocimiento, la incredulidad, el sentimiento de culpabilidad, de querer obrar bien… Final Fantasy VII fue valiente al transmitir todo eso a «un público infantil» hace ya 20 años.

De hecho, precisamente creo que «valiente» es una palabra que puede definir muy bien a este juego. Tuvo la valentía de dejar en silla de ruedas y con la baba colgando a su héroe o de travestirlo en contra de su voluntad (y de la de muchos jugadores y padres retrógrados de aquel entonces). Tuvo la valentía de contar las cosas que muchos no querían oír y que otros tantos no querían que se dijesen. Tuvo la valentía de hacerte perder y de reírse de ti si no cumplías el reto.

¿Acaso soy el único que recuerda cómo conseguir a los Caballeros de la Mesa Redonda, cómo matar a Arma Rubí o Esmeralda, o que hay dos personajes (con su historia, misiones, equipamiento, habilidades, desarrollo…) que, literalmente, puede que no veamos en toda la partida? Ojalá hoy en día «los grandes juegos» y «los grandes estudios» tuvieran un ápice de la valentía que tenía Final Fantasy VII por aquel entonces.

Pero los tiempos han cambiado y la nostalgia es un arma que, con ese tiempo, puede quebrarse. Pero ahí sigue Final Fantasy VII, de celebración, con sus 20 años y un remake a la vista que hizo que muchos, inclusos los más críticos, diésemos saltos de alegría. Tan imperecedero como los valores y el mensaje que nos transmitió a muchísimos en su momento, inquebrantable en la memoria colectiva y sacando las sonrisas de los críticos. Además es uno de los pocos Final Fantasy cuyo universo ha sido expandido (vale, es cierto que esto podría ser casi un demérito teniendo en cuenta el poco tacto que tiene la Square-Enix como desarrolladora y el alto grado de Square-Enix como empresa en estos asuntos), algo querrá decir, ¿no?

Quizá y después de todo, puede que no tengamos que buscarle explicación. Hay obras que pasan a la Historia por motivos que desconocemos. Dijo Yu Miyake, productor de Dragon Quest XI, que la saga Final Fantasy ha sido más famosa fuera de Japón porque salió “en un momento clave” con la Playstation, al igual que hizo Dragon Quest en Japón con la NES. Pero después de 20 años, tantas historias, recuerdos y momentos a lo mejor solo queda rendirse a lo obvio y reconocer que Final Fantasy VII es un buen juego. Ya no solo como obra en sí misma, sino por todo lo que ha conseguido con el tiempo que se lo ha ganado a pulso.

Hoy, 20 años después de su lanzamiento, sigue habiendo debate. Unos se rinden a la evidencia popularmente aceptada “es un buen RPG y con una buena historia detrás”, dicen unos no tan fans de la saga. Y otros dicen “sí, es un buen juego y un buen Final Fantasy, pero eso de ‘mejor de la Historia’ es sobrevalorarlo», dicen otros fans más acérrimos. No soy quién, ni yo ni nadie, para ver quién tiene o no razón porque los gustos son subjetivos por definición, y los sentimientos que te provoque un videojuego son únicos e intransferibles.

Y tampoco soy nadie para decir a qué debe jugar un jugador o qué recomendaría jugar a alguien que se quiera meter de lleno en este apasionante mundo. Pero creo que Final Fantasy VII, solo por ser recordado, y tan bien recordado, con sus más y sus menos tras 20 años, merece que se juegue. No voy a dar una conclusión a la pregunta de por qué, porque creo que esta saga merece que alguien mejor que yo dé la respuesta. No voy a a hablar porque, a buen seguro, no soy el más indicado para hacerlo. Hoy, simplemente, quiero volver a Midgar.

Zebenzuy Duque

Estudio juntaletrismo crítico videojueguil. Lo que viene siendo Periodismo para ser crítico de videojuegos pero sin enterarse de nada. Estoy aquí porque me dejan soltar bilis y creerme importante a partes iguales.

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