Switch o cómo Nintendo recuperó su magia

Nintendo Switch está siendo todo un éxito en ventas, como ya todos sabemos. Pero lo más importante es que también lo es en sensaciones. ¿Qué ha hecho Nintendo? ¿Cómo ha recuperado la confianza de sus fans? Exploramos lo que hace grande a la compañía que ha definido este arte durante décadas.

No es fácil resurgir de las cenizas. Recuperar todo el terreno perdido por la quema en esfuerzo, valor y credibilidad que supone el fracaso. Y nadie puede negar que Wii U lo fue, al menos en lo económico. Estudiar a qué se debió y si fue injusto o no es un tema ya tratado en esta página. Pero no es el que nos interesa ahora. Porque tras la tormenta salió el sol en todo su esplendor.

Comienza el año 2017 y con él llega una brisa salvaje que arrastra consigo el recuerdo de un pasado glorioso. Wii U se despedía en el que era su ocaso con el mismo título que resultaría en lucero del alba para el nuevo mesías de la empresa nipona: Nintendo Switch.

La idea de un híbrido toca intrínsecamente los palos de lo maravilloso y lo horroroso. Un ser superior a la suma de sus partes o un monstruo de Frankenstein, que no sabe ser ni lo uno ni lo otro. En el caso que nos trae, la nueva consola de la gran N fue sometida desde un principio a un intenso estudio sobre hacia dónde la llevarían sus posibilidades. Si al sendero del éxito que supone el primer resultado o a la perdición sin remedio que implicaba el segundo.

La primera prueba de fuego para la consola fue ese ya mencionado toque de diana que era The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Si de algo había pecado su predecesora era de conservadora y de no haber puesto toda la carne en el asador. Nintendo necesitaba dar un golpe sobre la mesa desde el principio.

Y la nueva aventura de Link fue toda una declaración de intenciones.

El Retorno del Elegido

Había una idea que suponía (casi) un consenso general en la comunidad de jugadores: Nintendo se había quedado estancada en sus grandes éxitos. La compañía tocaba una y otra vez la misma canción, año tras año, y por muy bonita y perfecta que esta fuese su brillo empezaba a apagarse entre sus fans por fuerza de repetirse. Todos buenos juegos, sí, pero con una filosofía similar.

The Legend of Zelda: Breath of the Wild cambió totalmente esto. Su llegada supuso un huracán de opiniones que levantó mucho polvo y disenso en el periodismo de videojuegos. O, más bien, entre ellas y el público. Porque uno tras otro, cada uno de los grandes medios fue catalogando de obra maestra incuestionable a un título que suponía agua de lluvia para el desierto marchito que había dejado Wii U.

Tras ello, la reacción de muchos de los que habían leído estas críticas fue de rechazo, más por una cuestión numérica (“un juego nunca puede tener un 10”, reclaman algunos) que de contenido. Pero esa es otra cuestión que daría para mucho debate. Lo importante es que, con un solo movimiento, Nintendo había causado más ruido en una semana con el lanzamiento simultáneo de este juego y Switch que en los seis años de vida que disfrutó la efímera Wii U.

Pero hasta ahora solo se han mencionado los efectos, y nada y poco de las causas que son, en teoría, el motor principal de este texto. La vuelta a la magia de Nintendo, reza el título. Dicho de otra forma, ¿merecía realmente The Legend of Zelda: Breath of the Wild este éxito? ¿Qué lo hace tan especial?

Hay dos elementos con los que definiría esta obra: (relativo) silencio y libertad. Y cada uno de ellos se merece su propia explicación detallada.

Los juegos de Zelda son recordados entre otras cosas por sus grandiosas bandas sonoras. La del Ocarina of Time, sin ir más lejos, puede ser perfectamente de las mejores de la historia. Es uno de los puntos seguros que uno espera de la saga.

Y, sin embargo, cuando juegas a Breath of the Wild lo que más te recibe y rodea a tu alrededor es… silencio. El título es fiel a su nombre y guarda todo su poderío musical para, a cambio, ofrecerte algo mucho mejor: naturaleza, simbiosis con un mundo real que vive y fluye a tu alrededor, sin depender de ti pero deseando ser explorado.

Lo que nos lleva al segundo punto, la libertad. Pocos temas han sido tan recurridos como el ofrecer múltiples posibilidades al jugador para que este disfrute de una experiencia inmersiva. GTA, Far Cry, Just Cause, The Elder Scrolls… Todos ellos videojuegos de renombre y que funcionan muy bien. Pero Breath of the Wild consigue sensaciones que ninguno de ellos transmite.

Hyrule se nos presenta en esta ocasión como un enorme escenario por descubrir, en el que nadie dicta necesariamente nuestro destino. El final del viaje está literalmente accesible desde el principio, pero por ello mismo queda claro que eso no es lo importante. El mundo está al servicio del jugador, así que ¿para qué encorsetarlo en una historia? Es la pregunta que pareció hacerse Nintendo.

Ver una montaña y saber que, si quieres, puedes escalarla. Convertir los riscos, las tormentas, el tiempo, la naturaleza en general en obstáculos contra los que luchar, todos ellos superables. Convertir el propio viaje en la aventura, todo ello apoyado por unas maravillosas físicas y mecánicas que permiten juguetear con cualquier idea que se te ocurra. Fuego, electricidad, agua, magnetismo. Todos los elementos están al servicio de tu imaginación hasta la última consecuencia.

Cómo no iba a romper moldes una obra con tanta ambición nacida de las entrañas de un estudio que se había caracterizado en la última década por una postura conformista y de poco menos que reciclado. Cómo no iba a resultar un bombazo un Zelda que venía para recordar al mundo qué había hecho, y hacía, grande a Nintendo.

Con esto hubiese sido suficiente para respaldar a la Switch y convertir su primer año en uno de los mejores de los últimos tiempos para una nueva consola. Sin embargo, este no fue el único, y quizás ni siquiera el mayor, as en la manga que poseía la compañía.

Una celebración pletórica

Cuando uno piensa en lo que significa Mario, lo primero que le viene a la mente son sus distintivos elementos estéticos: su gorra roja, su bigote, su traje de fontanero, así como el resto de personajes que pueblan el Reino Champiñón.

Quedémonos con el primero, la gorra. Convirtámoslo en el protagonista de las nuevas peripecias de nuestro italiano favorito. Creemos un elemento que dé un significado y posibilidades nunca antes plasmadas en la saga, hasta el punto de que los enemigos puedan ser tus propias herramientas para avanzar. Todo al ritmo de un revitalizado compendio musical de todo lo que supone Mario. Saltar sin miedo, con una libertad que nunca antes habías conocido.

Si The Legend of Zelda: Breath of the Wild es una reinvención de lo que es la saga, Super Mario Odissey supone una celebración por todo lo alto de lo que supone un Mario en 3D en todo su esplendor, con el plus de sangre nueva que supone el ya mencionado sombrero arrojadizo y la exploración a la que invita un escenario repleto de lunas escondidas que encontrar.

Nintendo poseía en este caso unas mecánicas pulidas hasta la perfección en la, probablemente, mejor y más estable serie de plataformas de la historia. Lo “único” que necesitaba es lo que hizo el Super Mario 64 o el Super Mario Galaxy: reinventar la rueda, convertir un escenario familiar en una obra novedosa sin dejar de lado sus raíces.

Presente y futuro

2017 vino y se fue dejando consigo todo lo que la compañía necesitaba para recuperar su lugar en la cumbre, creando videojuegos memorables. Nintendo había sacado pecho y mostraba orgullosa de lo que era capaz a todos los escépticos que le habían comido terreno con sus críticas en los últimos años.

Aun así, esto podría quedarse en lo anecdótico y no implicar más, pero hay motivos para ser optimista. Más allá de los fríos datos que nos trajo Diego, Nintendo Switch promete tener un brillante futuro por delante. Pokémon, Metroid y Super Smash Bros. se dejarán ver entre este año y el siguiente en una consola que ofrece la maravillosa posibilidad de jugar en cualquier lugar a obras de tamaño calibre sin sacrificar potencia a niveles desmesurados. Todavía les queda mucho por demostrar, pero todo es posible ahora que los desarrolladores de Nintendo, por fin, han vuelto a demostrar por qué son los responsables de crear los pilares de este arte.

Daniel Marichal

Por algún motivo me metí en Periodismo y allí sigo. Escribo sobre videojuegos porque si de algo hay que morir, al menos que sea pasándolo de puta madre. Si te gusta cómo escribo, vete al médico

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