The Legend of Zelda: Breath of the Wild – Análisis Nintendo Switch

Análisis de The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Link se ha convertido por méritos propios en un serio candidato al GOTY de 2017.

Antes de empezar con este análisis de The Legend of Zelda: Breath of the Wild te diré una cosa. Es un juego redondo. Punto. No hay posible discusión en este sentido. Podrá gustarte más o menos la nueva aventura de Link. Podrás decir que te gusta más o menos la exploración o el mundo. Pero bajo ningún concepto podrás negar que es el mejor juego de esta saga que ha hecho Nintendo.

En cada rinconcito de Hyrule se puede comprobar el mimo que han puesto en la compañía a la hora de desarrollarlo. Cada montaña, cada valle, cada lago, cada pueblo, cada habitante, cada camino… Todos y cada uno de los elementos que nos encontraremos en Zelda: Breath of the Wild tiene una historia detrás. A veces será más obvia, a veces menos. Pero ahí está, esperando a ser descubierta y queriendo que la encuentren.

Es aquí donde radica el carisma de este nuevo Hyrule que nos presenta Nintendo. Y eso que está bastante destruido y un tanto patas arriba. Pero aún así, los de Kyoto han conseguido darle magia, esencia e historia. El juego engancha al jugador que quiere dedicarse a descubrirlo… y también a los que no.

Vamos a explorar

La esencia de Breath of the Wild es la exploración. Y en este sentido, el trabajo que hay detrás del juego es de sobresaliente con matrícula de honor. Tras el prólogo tendremos a nuestros pies (literalmente) un mundo lleno de posibilidades esperando que vayamos a descubrirlo.

Podremos explorar todo lo que queramos y, sobre todo y ante todo, de la forma que queramos. No hay restricciones, no hay barreras, no hay limitaciones. Puedes interactuar con casi todo lo que hay en el mapa como te venga en gana.

Si quieres ir arrollándolo todo a tu paso, puedes hacerlo. ¿Te apetece usar el sigilo? Puedes hacerlo. Si te va más seguir el camino, pues adelante. ¿Prefieres acortar y trepar por las montañas? Es otra opción tan válida como cualquiera.

Pero esta interacción no solo se da en una dirección. También está la opuesta, ya que el propio Hyrule tiene muchas cosas que aportarle a Link. Ya sabréis lo de las tormentas eléctricas, pero desde luego no es lo único que hay que tener en cuenta. El fuego, la lluvia, las temperaturas, el entorno… todo puede afectar de maneras que no te esperas a nuestro Link.

Estas interacciones son simplemente brillantes y ocurren de manera casi inesperada la gran mayoría de las veces. Pero evidentemente no es lo único que tiene Hyrule que hace que queramos explorarlo. Breath of the Wild guarda un perfecto equilibrio entre las zonas vacías y las que tienen «algún elemento» que nos pueda servir para avanzar.

No todo en el mapa el aprovechable para nuestro héroe, pero sí que es disfrutable. Hay un sinfín de coleccionables y misterios esperando ser descubiertos. Desde los santuarios hasta los kolog, pasando por jefes secretos, misiones secundarias, pruebas heróicas, zonas de recolección, torres, poblados, tiendas… Parece que nunca acaba pero, misteriosamente, no agobia ni satura.

Y si a esto ya le añades el simple hecho de explorar por explorar y de ver el mundo por verlo, las posibilidades son infinitas.

Seguimos con el análisis de The Legend of Zelda: Breath of the Wild en la siguiente página.

No somos tontos

Pero Hyrule no es solamente explorar el mundo. También es hablar con la gente que hay en él para aprender poco a poco qué es lo que ha ido ocurriendo en el mundo desde el Cataclismo y para que nos den pistas de qué nos vamos a encontrar.

Y es que The Legend of Zelda: Breath of the Wild no nos toma de la mano y nos lleva de aquí para allí como si fuésemos tontos. Hay cosas que, evidentemente, están a la vista, pero otras no las descubriremos si no es por cosas del destino o porque alguien en un momento determinado haciendo algo que no esperábamos nos da la pista para encontrarlo.

Esto ocurre gracias a que Hyrule es un mundo vivo, en constante movimiento, y al que le afectan los cambios. Hablar con la gente en según qué momento tiene una respuesta u otra. Es más, dependiendo de nuestros actos es incluso posible que los habitantes del reino cambien sus hábitos y hagan algo que no es lo que suelen hacer. Si ves algo de esto, atento, porque seguramente hay algo escondido detrás de ese cambio de actitud.

Estas pistas nos ayudarán a resolver puzles, aprender trucos, encontrar coleccionables, vencer enemigos o desbloquear nuevas misiones que, de por sí, no están disponibles.

Esta es una forma más de darnos libertad a la hora de pasarnos el juego como nos dé la gana. Podemos seguir el camino «marcado» (por caminos y demás) o podemos dedicarnos a explorar e ir fortaleciendo a nuestro héroe para su enfrentamiento final con Ganon. Tú decides.

Pero no solo eso. Los habitantes de Hyrule tienen una información valiosísima para entender qué ha pasado en el reino y cómo. Algunas misiones nos llevarán a momentos del pasado pero también los viajeros, vendedores ambulantes y ciudadanos de las diferentes aldeas tienen cosas que decirnos sobre la historia del Cataclismo.

Si juntamos todo esto, entonces entendemos por qué The Legend of Zelda: Breath of the Wild no es solamente ir de Santuario en Santuario y de Mazmorra en Mazmorra. Es mucho más. Y si tienes tiempo y disfrutas del camino, vas a pasártelo como un enano.

Rompiendo con la saga

Breath of the Wild es para la saga prácticamente lo mismo que fue en su momento Ocarina of Time: una revolución. El concepto de The Legen of Zelda se ha reinventado completamente y ha eliminado elementos e incorporado otros nuevos.

Es evidente que los principales se mantienen intactos, como Link, el papel de la princesa Zelda o el de Ganon. La trifuerza sigue intacta en esta entrega. Pero también es cierto que su forma de interactuar es bastante diferente en esta ocasión.

El elemento principal que cambia este juego es el mapa. Y este cambio afecta en cadena y como en un efecto dominó al resto de factores importantes de la saga.

El elemento rol aparece mucho más fuerte que en otras ocasiones. Ahora podremos elegir diferentes armas y estilos de combate, como espadas largas, de dos manos, lanzas, arcos, porras, varitas… Pero también tendremos que tener en cuenta nuestra vestimenta y nuestra armadura, que podrá ir mejorando su defensa y otorgándonos más ventajas a la hora de combatir.

La estructura de mazmorras también ha cambiado completamente. Ahora tenemos un total de 120 santuarios pululando por ahí esperando a ser descubiertos para darnos corazones o resistencia. También tendremos mazmorras, pero son totalmente distintas a como las conocemos en las anteriores entregas de Zelda.

Esto a su vez hace que otros elementos, como los objetos que conseguíamos para mejorar a Link, lleguen de una forma distinta (no por mazmorras) y se mejoren con un esquema distinto al que conocemos. Y esto nos lleva al hecho de que Link evoluciona de una forma muy personalizada y nada guiada. Tú decides qué elementos usas más y qué elementos quieres mejorar, de la misma forma que tú eliges con qué armas combatir y qué tácticas seguir.

 

A esto únele la cocina, la creación de accesorios, la búsqueda de enemigos únicos, las pruebas, tu casa, la caza, la interacción de por sí… Hay un montón de elementos que convierten este The Legend of Zelda: Breath of the Wild en único en su especie y en un modelo a seguir. O al menos a intentarlo.

Las conclusiones y la nota se quedan para el final.

La historia de Hyrule

Uno de los puntos «negros» que tienen casi todos los Zelda desde que nacieron es su casi nula historia. Link tiene que salvar Hyrule de Ganon con la ayuda de Zelda o, en algunos casos, hasta salvarla a ella. En ese sentido, Breath of the Wild no sale de su patrón y es, sinceramente, inferior a sus predecesores.

La historia de cualquier juego de la saga es prácticamente igual, sí, pero siempre hay elementos que le dan un toque de carisma muy potente. Por ejemplo, Ocarina of Time nos mostró a un Ganon como nunca antes lo habíamos visto (esas escaleras del final imponían). Twilight Princess nos trajo a Midna, un personaje que rebosa carisma por todos los lados. Y Skyward Sword nos contó los orígenes de la historia con personajes nuevos y elementos que nunca antes habíamos visto.

Breath of the Wild no «innova» en este sentido y nos ofrece una historia mucho más pobre que los anteriores, pero si nos ceñimos solamente a la principal. Si abrimos un poco la mirada y vemos el mundo completo, Hyrule está lleno de historias que contar y personajes que descubrir.

Es curioso ver cómo muchos de los personajes «protagonistas» transmiten con tan solo un par de líneas de guión y un par de frases habladas (brutal el doblaje al castellano). Los diseños de estos nuevos aliados, lo imponente de los guardianes y los nuevos enemigos y el carisma que de por sí tienen las zonas que vamos visitando, cada una con su orografía, clima y detalles que lo hacen únicos los convierten en brillantes en todos los aspectos.

El sonido de Hyrule

El otro punto donde os he dicho que Breath of the Wild flaquea es en la música. Si hay algo que caracteriza a muchos juegos de la saga son las melodías de las zonas a las que llegamos. Kakariko, la canción de las tormentas, los campos de Hyrule, la zona de los Zora, el volcán. No es que en este juego no haya, sin embargo sí que es cierto que es más sutil.

La música en Breath of the Wild es un acompañante más, al igual que nuestro caballo, si queremos tener uno. No se impone, sino que se deja intuir de fondo conforme avanzamos por el reino.

No es que sea mejor o peor, simplemente, es otra forma de hacer que exploremos y que descubramos el mundo. Los momentos de silencio no son malos cuando exploramos. Estos consiguen darnos la posibilidad de escuchar otras cosas importantes en el juego, como el viento, los animales, la lluvia… o incluso la gente quejándose y corriendo para refugiarse.

Para cerrar el brevísimo y entrecomilladísimo apartado de negativos, hay que recordar que tiene algún que otro fallito gráfico, sobre todo en su versión de sobremesa. Sí es cierto que existen algunos momentos con caídas de frames, pero en ningún momento perjudican un ápice la jugabilidad o la experiencia.

Conclusión

Pongamos ahora todas las cartas sobre la mesa, culpables. Tenemos un mundo enorme a nuestros pies dispuesto a ser explorado como nos dé la gana. La interacción con este universo roza lo imposible. Tenemos una historia sencilla pero efectiva. Un mundo lleno de subtramas y momentos inolvidables y personajes y retos que quedarán en nuestra memoria durante mucho tiempo.

¿Convierten todas estas cosas a The Legend of Zelda: Breath of the Wild en un juego perfecto? Pues casi que sí. Por desgracia, y como os hemos comentado, hay cosillas que se han dejado en el tintero. Dada la extensión del mundo y los elementos que hay en él, podrían haber sido subsanables.

Pese a sus fallitos y pequeños detalles Breath of the Wild es, hoy por hoy, el mejor juego de Zelda que se ha hecho hasta el momento en conjunto. Y al igual que en su momento fue una especie de guía para juegos de su estilo el Ocarina of Time, la forma en la que el mundo y el protagonista interactuan entre sí debería de ser copiado por los sucesivos juegos que salgan de aquí en adelante.

Ya veremos si el tiempo lo convierte en el GOTY 2017 pero os digo que, sin lugar a dudas, se lo merecería.